12

2.2K 290 80
                                    

Laura leía su libro en la cama mientras que a mí el móvil me quemaba en las manos. Desde que había recibido los mensajes de Luisita no podía pensar en otra cosa que no fuera contestarla, pero a la vez eso me hacía sentir mal. Abrí nuestra conversación y decidí escribirle porque sabía que era la única manera de quitármelo de la cabeza para bien o para mal.

[Amelia] 22:32

Hola Luisita

Mi pie está bien. Me lo han vendado por si acaso, pero todo parece estar perfectamente.

Muchas gracias por preocuparte y por tomarte tu tiempo para escribirme. Ahora mismo no sabes lo bien que me vendría un helado, pero no me pillas muy a mano jajajaja

Vi como enseguida se ponía en línea y no tardó ni dos minutos en contestarme.

[Luisita] 22:34

Me alegro mucho de que tu pie esté bien.

A mí me gusta ganar de manera legal, no porque mis rivales se lesionen.

No pude evitar que una sonrisa se instalara en mi cara cuando leí su mensaje.

— ¿Y esa sonrisa? — me preguntó Laura haciéndome dudar por un momento de si inventarme algo o decirle la verdad.

— Nada, Luisita que me ha escrito para preguntarme por mi pie porque ha visto el partido y me está picando con la liga — le contesté y pude ver una mueca rara en su cara, pero siguió leyendo su libro tranquilamente.

Intercambié algunos mensajes más con ella, básicamente eran piques y bromas tontas, pero que habían hecho que mi humor mejorara notablemente. La verdad es que estaba agotada, no solo por el partido sino porque mi inestabilidad mental y todas las vueltas que le daba a las cosas hacía que estuviera más cansada que si corriera una maratón. Laura apagó la luz de su mesilla para dormirse y yo la imité. Me vendría bien descansar lo máximo posible. Nos dimos las buenas noches y un beso, como siempre hacíamos, y traté de buscar mi postura para dormir.

Estaba a punto cuando mi mente empezó de nuevo a pensar en toda la situación en la que me encontraba. En Luisita, en Laura, en nuestra relación, en todo lo que habíamos perdido, en los intentos por recuperarlo, en el paso del tiempo, en lo que sentía, en cómo me sentía y, según iba dando vueltas a todo en mi cabeza en bucle, más crecía el nudo en mi garganta y la ansiedad en mi pecho.

No lograba dormir y llevaba más de una hora intentándolo. Cambiaba de postura intentando buscar alguna que me ayudara por fin a caer en los brazos de Morfeo, pero eso no parecía que fuera a pasar pronto.

— Amelia, ¿qué te pasa? — me preguntó Laura con su voz adormilada mientras trataba de buscar con su mano la mía.

— Nada, perdona. Sigue durmiendo.

— Sé que hemos hablado un poco esta mañana, pero es evidente que tienes algo dentro que no te deja dormir y hasta que no lo sueltes no vas a poder hacerlo, que ya nos conocemos.

— Llevas razón.

— Venga pues suéltalo — me dijo encendiendo la luz de la mesilla para que pudiéramos mirarnos a la cara.

— Es que en verdad no es nada nuevo. Es solo que a veces se me hace cuesta arriba nuestra situación y el paso del tiempo.

— ¿A qué te refieres?

— Pues a que no me siento bien, eso es evidente y al final es algo que está afectando también en nuestro trabajo, mira el partido de mierda que he hecho hoy... y estamos dejando todo al tiempo como si por arte de magia todo se fuera a arreglar solo.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora