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—Me gustas, Amelia.

—Luisi...— dije completamente estupefacta. Esto era lo último que me hubiera esperado cuando me dijo que quería hablar conmigo.

—Espera, déjame que te lo diga porque no sé si voy a ser capaz si no... —me pidió y yo simplemente asentí - No sé cómo ha pasado, de verdad, y lo siento mucho, pero creo que poco a poco me he ido enamorando de ti, de tu sonrisa, de tu manera de ser, de cómo eres conmigo y de cómo soy yo a tu lado. Me paso el día pensando en ti, en cómo estarás y dándome exactamente igual la distancia. Cada vez que hablo contigo siento que mi mundo cambia, me vuelvo un poco más feliz y eso me gusta, pero luego pienso en todo lo demás, en qué es imposible, en que tú estás con Laura y en que cada vez que os veo algo dentro de mí se va rompiendo.

Me había quedado totalmente inmóvil y no me podía creer cada palabra que estaba saliendo de su boca.

— Te prometo que no quería llegar a esto ni quiero al contártelo que te sientas mal ni nada por el estilo, pero llevo varios días con un nudo en el pecho y siento que te lo tenía contar porque además.... — soltó cogiendo aire — porque además el seguir contigo como si nada a mí me está matando y más desde lo que pasó el otro día en el ascensor. Yo no consigo sacármelo de la cabeza y entiendo que para ti fuera una tontería, pero es que yo ahora mismo no puedo ser tu amiga y seguir actuando como si no hubiera pasado nada...

—Luisita, no sé ni qué decir.

—No tienes que decir nada, solo quería sincerarme y pedirte un poco de espacio y de tiempo. Me encantará en un futuro poder ser tu amiga, pero ahora mismo me es imposible y espero que puedas entenderlo.

Luisita dejó un último beso en mi mejilla con sabor agridulce y se marchó dejándome allí completamente sola. Pude intuir según se marchaba cómo se retiraba las lágrimas con el puño de su sudadera y pude entenderla porque en aquel instante yo tenía las mismas ganas de llorar que ella. Luisita se había ido y me había dejado con todas las palabras que me habría gustado soltarle ahogadas en mi garganta.

No había sido capaz de reaccionar y tampoco tenía claro cómo hacerlo. Las palabras de Luisita me habían dejado totalmente descolocada. Yo, que pensaba que a ella no le interesaba lo más absoluto de una manera que fuera más allá de la amistad, ahora veía que no solo estaba completamente equivocada, sino que también estaba enamorada de mí y ahora me pedía tiempo y espacio porque no soportaba tenerme cerca y ser tan solo amigas. Pero... ¿Qué iba a hacer yo sabiendo que tenía que alejarme? Porque iba a dejar que lo hiciera sí era lo que deseaba, ante todo quería que estuviera bien y respetar su decisión, pero sentía que iba a ser demasiado duro pasar aquel momento, no poder compartir mi día a día con ella, ni siquiera acercarme a saludarla.

Estaba jodida, pero no me quedaba otra opción en aquel momento, al menos por ahora.

Tampoco podía engañarme a mí misma y decir que sus palabras no me habían removido nada por dentro porque la verdad era que ahora mismo sentía una emoción muy difícil de explicar con palabras.

Me quedé un rato allí, en silencio, sentada en el suelo y con la espalda apoyada en la pared hasta que conseguí tranquilizarme un poco. Era difícil, pero sabía que Laura me estaba esperando en la habitación y lo que menos necesitaba en aquel momento era que descubriera lo que acababa de pasar.

Terminé de calmarme, mientras daba pasos aleatorios por allí y decidí subir hasta la habitación. Las escaleras se me hicieron eternas, como si estuviera subiendo a la cumbre más alta. No era capaz de levantar mi cabeza, el peso de la culpa caía sobre mí, culpa por no saber si estaba haciendo las cosas bien con Luisita, con Laura, conmigo misma. Llegué por fin a la planta en la que estaba mi habitación y me quedé unos segundos mirando a aquella puerta de madera.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora