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El último día en Madrid antes de ir para Zaragoza se planteaba bastante interesante. Habíamos hecho un entrenamiento muy físico por la mañana y la tarde nos la habían dado libre, teniendo en cuenta que Amelia y yo teníamos que ir a cumplir con nuestras obligaciones como jugadoras y asistir al reportaje que nos iban a hacer para una entrevista bastante famosa del país con la que así también conseguiríamos algo de publicidad de cara al Eurobasket, que nunca viene mal.

Comimos todas juntas en el restaurante del hotel, hablando unas con otras y subimos a las habitaciones a descansar. Apenas tuve tiempo para hacerlo, me lavé el cuerpo de nuevo y me puse ropa interior limpia, un poco sabiendo que seguramente nos tendríamos que cambiar varias veces de ropa en el hotel donde nos entrevistarían y que me tocaría hacerlo con Amelia delante.

Quedé con ella en el hall y, cuando llegué, ya estaba ella allí hablando por teléfono. Se despidió enseguida de la que supuse que sería su hermana y me miró con una sonrisa mientras sujetaba la puerta de aquel lugar.

—¿Está usted preparada? — le pregunté mientras pasaba a su lado.

—Sí, aunque si llego a saber que vienes tan guapa, me habría arreglado algo más.

—No te preocupes, seguro que allí nos hacen cualquier invento con el pelo y la ropa— ella se rio y caminamos juntas hasta llegar al taxi que ya nos estaba esperando enfrente.

El taxista nos atendió amablemente y nos ofreció agua sabiendo quiénes éramos y que teníamos un camino algo largo hasta llegar a nuestro destino. Normalmente solíamos alojarnos a las afueras de Madrid para tener algo más de tranquilidad y poder salir a pasear por la zona siempre que quisiéramos sin tener ningún problema, por lo que desde allí hasta el centro donde se encontraba el hotel, había bastantes kilómetros de distancia.

Las dos fuimos escuchando música y compartiendo miradas. De vez en cuando podía escuchar como Amelia tarareaba algunas de las canciones que salían de la radio y me quedaba un poco embobada viendo lo bien que lo hacía. Estaba claro que era perfecta.

El taxista paró delante de un hotel que se veía bastante señorial por fuera y nos indicó que había terminado nuestro trayecto. Nos bajamos y enseguida un señor se encargó de abrirnos la lujosa puerta y de indicarnos hacia dónde teníamos que ir.

—Los encargados de vestuario os están esperando en la segunda planta para hacer alguna prueba, ¿subimos? —preguntó el señor amablemente con la intención de darle al botón del ascensor.

—¡No! — gritamos las dos casi a la vez

—Mejor vamos andando – comenté yo disimulando – me dan un poco de respeto los ascensores y como hoy no hemos hecho suficiente físico me apetece un poco más — bromeé, viendo como el señor se reía

Subimos las escaleras a la par y entramos en una de las enormes habitaciones que tenían. Había estado en muchos hoteles a lo largo de mi vida como jugadora, pero nunca había tenido la oportunidad de estar en un sitio tan lujoso como aquella suite que nos habían reservado. El hombre se disculpó, señalando que en un rato volvería para llevarnos hacia la azotea donde tendría lugar la sesión de fotos y una chica muy maja enseguida nos cogió por banda y nos llevó hasta los dos burros donde tenía colgadas las prendas que íbamos a usar.

—Vale, chicas, este es el tuyo, Amelia —comentó tocando uno de los percheros — y este el de Luisita. Probaos lo que más os guste, lo que escogido un poco atendiendo a lo que creía que mejor os iba a quedar y más os iba a gustar. Os dejo unos minutos.

La chica corrió el biombo y nos dejó allí solas ante el peligro. Escuché que ponía algo de música y comenzaba a tararear, mientras seguramente hacía algo de su trabajo y no pude más que mirar fijamente a Amelia durante unos segundos.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora