Tras una noche y una mañana más que entretenida, decidimos que ya era hora de levantarnos de la cama. Amelia tenía que regresar a Girona y yo no quería desaprovechar ni un solo minuto en el que estuviese a mi lado.
Nos dimos una ducha juntas, sin ninguna otra pretensión que disfrutar de aquel momento de intimidad muy diferente a todas las otras veces en las que lo habíamos tenido que hacer con nuestras compañeras de selección alrededor y le presté algo de ropa en lo que yo llamaba por teléfono a un italiano al que ya había ido alguna vez con mi familia y del que me encantaba tanto el trato como la comida tan auténtica que hacían.
— Te he quitado esta sudadera también, ¿te importa? — me preguntó la morena entrando en el salón y dejándome embobada al ver lo bien que le quedaba aquella prenda de color amarillo.
— Creo que te la voy a regalar porque te queda mucho mejor que a mí.
— No digas tonterías, si a ti todo te queda genial —susurró acercándose a mí para besar mi cuello con una calma que me estaba matando por dentro.
— Sí — suspiré — pero así puedes tener algo con lo que acordarte de mí — comenté sintiendo cómo mis piernas temblaban al sentir sus labios saborear aquella zona — Joder — dije al ver como se separaba con una sonrisa traviesa.
—¿Has pedido ya? — se sentó en uno de los taburetes y yo me acerqué a ella dejándome abrazar.
— Sí, he pedido un poco de todo para que puedas probar. Ya verás, te va a encantar.
— Seguro que sí, aunque creo que me va a seguir gustando más el postre.
— ¿Qué pasa que quieres comerte el postre antes que la comida?
Robó un beso de mis labios y, sin darnos apenas cuenta, estaba sentada encima de ella con nuestras lenguas encontrándose y sus manos perdiéndose por la zona más baja de mi espalda intentando que no me cayera al suelo.
Sus besos eran una adicción, ahora que tenía libertad para probarlos, no quería desperdiciarlos. Las manos de Amelia fueron lentamente colándose por el interior de mi camiseta, con ganas de deshacerse de ella y escalaban hacia mis pechos. Me quedé desnuda de cintura para arriba, ofreciéndole pequeños gemidos mientras ella se entretenía besando cada parte de mi torso cuando de repente escuchamos el interfono.
La morena siguió con su labor como si no hubiera escuchado nada, hasta que un timbrazo más intenso nos hizo parar.
— No es justo — susurró apoyando nuestras frentes mientras yo me comenzaba a reír por la situación.
— Prometo compensártelo — besé sus labios y corrí a abrir el portal al repartidor mientras me colocaba mi camiseta como podía.
El chico me entregó todo y, cuando regresé a la cocina, Amelia estaba sentada mirando su móvil como si hace apenas unos segundos no hubiésemos estado a punto de volver a follar en mi cocina.
— Tagliatelle a la carbonara, pizza rosetta, ravioli de ricota y tiramisú — dije simulando hablar italiano mientras sacaba los platos.
—Vaya, no sabía que se te daba tan bien el italiano.
— Pues claro, bella, se me dan muy bien muchas cosas, ya las irás descubriendo— comenté guiñándole un ojo — Es broma — sonreí— el padre de Nora es italiano y a la niña a veces le da por hablarte en italiano por joder.
— ¡Luisita!
— ¿Qué? Es verdad, que yo la adoro y es lo más bonito que tengo, pero hay veces…
— Qué tonta eres — soltó mirándome fijamente, mientras se mordía el labio— pero me encanta — apoyó su mano en su mejilla y sus ojos se clavaron en mí mientras comenzaba a probar la comida.

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Un sueño compartido
Fiksi PenggemarLuisita juega en el Perfumerías Avenida y Amelia en el Uni Girona. Más allá del baloncesto, creen que no tienen nada en común, pero, a veces, no todo es como parece. Fic escrito junto con @Improv_ISA