Un sueño compartido

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Las reacciones a la publicación en la que salía besando a Amelia fueron diversas, pero, principalmente, primaron aquellas en las que nos daban las gracias por dar visibilidad a nuestra relación y gritaban por ver que lo que habían shippeado era verdad.

Después de aquello había pasado un tiempo. Finalmente, me convencí a realizar aquella entrevista en la que contaba un poco todo lo que había pasado desde verano, el alivio que sentía y como, a pesar de todo, quería que la gente dejará a un lado todo aquello y se centrara en lo que era el baloncesto. El medio en el que lo hice era uno de confianza donde sabía que no cambiarían ninguna de nuestras palabras y que más voz nos había dado siempre y, una vez salió, las reacciones de la gente no tardaron en llegar.

Recibí muchos mensajes de apoyo de compañeras y gente del mundo del baloncesto. También de muchos fans por redes sociales, la noticia había trascendido bastante y había periodistas que estaban intentando sacar información morbosa y trataban de que contestara a sus preguntas, pero yo no iba a entrar al trapo en ese tema. Solo quería pasar página, recuperar parte del tiempo perdido con Amelia y disfrutar de las cosas cotidianas de una relación y sobre todo centrarme en el baloncesto y en mi equipo.

Raquel estaba haciendo un gran trabajo como entrenadora, ya nos conocía a todas de sobra, sabía nuestros ritmos, en qué posición jugábamos mejor, cómo motivarnos y, sinceramente, el cambio que habíamos hecho con ella al frente del equipo había sido muy para bien porque, de alguna manera, nos entendía mejor que nadie.

De hecho, estábamos a la puerta de los Playoffs, quedaba tan solo una semana para comenzar los cuartos en los que nos íbamos a enfrentar a Ensino y desde que ella estaba al frente no habíamos llegado a perder ni un solo partido y nuestro juego se veía más bonito que nunca.

Aquel día, nos había citado para hacer solo un entrenamiento de mañana como habíamos planeado al inicio de la semana. Raquel se tomaba muy en serio también nuestro descanso y prefería dejarnos tiempo para relajarnos y así no llegar demasiado saturadas a las últimas semanas de liga donde teníamos que dar lo mejor de nosotras mismas.

Fui con Lourdes hasta Würzburg como siempre hacía, nos cambiamos con tranquilidad, saltamos a la pista para realizar aquella sesión de hora y media y, justo al terminar vi que Raquel me miraba y me llamaba antes de que saliera hacia los vestuarios. De alguna manera, me entró un poco el miedo puesto que mi mente fue incapaz de no recordar todo lo que había pasado, pero, en cuanto vi su mirada me tranquilicé de inmediato.

— Hola, Luisita, ¿Cómo estás? — me preguntó al ponerme a su altura.

— Bien, ya estoy recuperada.

— Me alegra mucho escuchar eso — sonrió — solo quiero que sepas que estamos para todo lo que necesites, que ya sabes que somos como una familia y que si en algún momento quieres hablar de cómo te encuentras o algo, aquí estamos. Te quiero muy bien para los Playoffs y para eso es muy importante que tu salud mental también este bien, no nos debemos olvidar de ella.

— Lo sé — respondí — han sido unos días un poco complicados, pero creo que vuelvo a ser más yo que nunca.

— Sí, yo también te he visto mucho mejor tanto en los entrenamientos como en los partidos.

Me quedé un rato más hablando con ella, comentando cómo iban a ir las próximas semanas y me retiré hacia los vestuarios donde estaban saliendo la mayoría de mis compañeras ya cambiadas para volver a sus casas, menos Lourdes, que estaba sentada en uno de los bancos revisando su móvil en lo que llegaba.

— ¿Todo bien? — me preguntó enseguida.

— Sí, todo perfecto. — le contesté y vi que me estaba entrando una llamada — es Amelia, vamos andando para casa ¿no? — le sugerí mientras descolgaba la llamada y tomábamos el camino de vuelta a casa por el parque — Hola, amor.