19

2.4K 291 114
                                    

Después del pequeño parón que hicimos para regresar a nuestras casas por Navidad, tuvimos que volver rápidamente a los entrenamientos. La Liga había parado una jornada, pero la Euroliga iba por su cuenta, así que Nochevieja nos tocaba celebrarla en Salamanca.

Habíamos decidido hacer una pequeña fiesta en uno de los pisos en la que nos reuniríamos todas las compañeras. Cada una iba a llevar algo de comida o bebida para la fiesta de después a la que se sumarían algunos amigos que teníamos en la ciudad.

Aquel día nos tocó entrenar por la mañana, pero la tarde nos la dejaron libre sabiendo nuestras intenciones para descansar y prepararnos con tiempo suficiente para estar a las nueve ya en el piso de Anna.

Yo aproveché para echarme un rato la siesta y así aguantar. El cansancio comenzaba a acumularse en nuestros cuerpos, por lo que unas horas durmiendo no me vendrían nada mal. Sin embargo, cuando empezaba a notar que los ojos me pesaban y comenzaba a quedarme dormida, el sonido del timbre me desveló, obligándome a levantarme.

- Voy – elevé mi voz para que la persona que estuviera detrás de la puerta me escuchase y, al abrir, me encontré allí a mi hermana María - ¿Pero tú no se supone que te quedas a dormir en casa de tu novia? – pregunté, viendo cómo entraba con toda libertad en mi piso y dejaba un par de bolsas

- Pues si no quieres la comida de mamá me la llevo y nos la comemos Lourdes y yo

- ¿Qué?, no, no, deja esas bolsas ahí – dije enseguida – con lo que echo de menos un tupper de mamá

- Qué exagerada, si siempre que viene te deja alguno en la nevera

- Ya, pero no son suficientes – le dejé claro - ¿qué tal el viaje?, ¿cómo está Nora?

- Bien, tranquilito, no había mucho tráfico. Y Nora bien, se quedó con papá y mamá, se supone que Piero pasaba a por ella por allí – comentó – Bueno, me voy – dijo señalando la puerta de enfrente donde vivía Lourdes – que me apetece descansar un rato

- Sí, mucho vais a descansar vosotras

- Para qué te lo voy a negar, es lo que tiene no vernos todos los días

- Pues sin hacer mucho ruido, por favor, que yo sí que quiero descansar y no que vuestros gemidos se metan en mis sueños

- Mira que eres tonta, luego nos vemos – María salió del piso y abrió el de enfrente con las llaves que supuse le había quitado a mi amiga. Me quedé un momento, con la puerta cerrada, sonriendo al ver que lo suyo por fin marchaba y me fui finalmente directa al sofá a ver si al menos conseguía dormir veinte minutos.

********************************

La cena con mis compañeras y sus parejas, las que la tenían, fue muy bien. Nos reímos mucho y bromeamos sobre bastantes cosas que nos habían pasado tras aquellos meses juntas. No faltaron las conversaciones sobre baloncesto puesto que, por mucho que quisiéramos desconectar, era parte de nuestra vida y en dos días teníamos un partido bastante importante.

Ayudamos a recoger la mesa, preparar las uvas para cuando llegaran las doce no tener que preocuparnos y, así también, mostrar nuestra tradición al resto de compañeras extranjeras. La gente comenzó a llamar al piso, trayendo sus propias cosas y, de dieciséis que estábamos ya allí, enseguida tuvimos casi que ampliar con el piso de al lado para no estar demasiado apretados.

Empecé a beber mi primera copa, mientras bailaba animada con Kelsey y nos reíamos de los movimientos que estábamos haciendo cuando, a pesar del volumen de la música, sentí cómo vibraba mi bolsillo del pantalón. Saqué el móvil y salí fuera del piso, extrañada, al comprobar que era mi madre la que estaba llamando

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora