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Laura, como siempre, había tardado menos que yo en arreglarse y, como bajábamos en hora punta al desayuno, decidió adelantarse para ir cogiendo mesa porque luego había mucha gente. Yo en cuanto terminé, bajé rápidamente hacia el restaurante y la busqué con la mirada. No tardé en verla sentada en una mesa del fondo junto a Lourdes y fui en su encuentro.

—Buenos días —saludé a la de ojos azules.

—Buenos días, Amelia. ¿Qué tal?

—Bien, aquí a ver si desayunamos que tenemos entrenamiento ahora después, ¿tú cómo vas?

—Pues bien también, estaba esperando a ver si viene Luisita que estaba hablando con el entrenador, pero parece ser que se ha alargado la cosa.

—Desayuna con nosotras si quieres, ya te lo he dicho—le propuso Laura.

—Claro —apoyé yo.

—Pues os tomo la palabra porque me muero de hambre. Ahora cuando venga que se una o luego la acompaño yo.

Seguimos la rutina habitual. Laura preparo los cafés de ambas mientras yo iba a por los zumos y luego cada una cogió lo que quiso para comer. Cuando llegamos a la mesa Lourdes también estaba ya con sus cosas y empezamos a desayunar. No había dado ni un trago al café cuando vi como la rubia venia hacia nosotras.

—Buenos días — nos dijo Luisita con una sonrisa enorme.

—Buenos días —le contestamos Laura y yo a la vez.

—¿Qué? ¿Te ha dado mucho la lata Miguel? — le preguntó Lourdes.

—Nada, que me quiere bien dura en defensa. Sobre todo, de cara a una final contra estas dos — dijo Luisita de broma mirándome a mí y yo le mantuve la mirada.

—Me parece un buen consejo que luego eres muy blandita —le contesté sacándole la lengua.

—¿Blandita yo?

—Sí, tú.

—Pues eso no es lo que dicen los resultados de nuestros últimos encuentros.

—Auch, qué golpe más duro — le contesté y vi como Laura y Lourdes nos miraban sin intervenir.

—Tú has empezado.

—Bueno que voy a ver si cojo algo yo también de desayuno que me muero de hambre — anunció Luisita abandonando la mesa hacia la zona donde estaba toda la comida y yo no pude apartar mi vista de ella ni un segundo. No sé qué me pasaba, pero Luisita era como un imán para mí. Sacudí un poco la cabeza tratando de quitarme esos pensamientos de la cabeza y mis ojos se encontraron con los de Laura que me miraba fijamente.

El desayuno fue bastante animado. Luisita y Lourdes siempre tenían conversación y eran muy divertidas, así que se me pasó el tiempo volando.

El resto de la mañana se nos fue entre el entrenamiento, que fue bastante intenso, y la sesión de scouting que nos tocaba ese día. También habían reservado en el hotel para comer todos juntos hoy con esto de hacer un poco de teambuilding, así que no fue hasta las cuatro de la tarde que no me vi en mi habitación del hotel.

Teníamos la tarde libre y a mí no me apetecía quedarme allí. Intenté convencer a Laura para que se viniera conmigo, pero era justo la hora de la siesta y prefería quedarse descansando un rato, aunque me aseguró que luego me llamaría para venir a buscarme.

Yo no estaba cansada y me apetecía dar una vuelta. No tenía un rumbo fijo, solo sabía que quería terminar en la desembocadura del río, así que daría un paseo improvisado hasta allí.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora