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El tiempo había pasado bastante rápido desde que terminamos la Copa de la Reina. Entre los partidos los sábados y los miércoles, no habíamos apenas parado y, cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos haciendo un nuevo parón para jugar las ventanas con la selección española.

Habíamos quedado en reunirnos en Madrid para los primeros entrenamientos y ya desde ahí partir para Zaragoza donde íbamos a jugar uno de los encuentros antes de viajar hasta Bucarest para el siguiente. Si conseguíamos la victoria en ambos, nos clasificaríamos ya para el Eurobasket como cabezas de serie, por lo que el equipo necesitaba nuestra máxima concentración.

Nos habían citado a la tarde, sobre las 5, sabiendo que las que jugaban fuera y las del Girona tardarían un poco más en llegar puesto que tenían que venir desde fuera de España ya que las gerundenses llegaban directamente de su viaje desde Rusia donde habían jugado Euroliga. Por ello, Lourdes y yo quisimos aprovechar y viajar más pronto para así poder comer en Madrid tranquilas con mi hermana y con Nora.

Así que decidí levantarme pronto para terminar de hacer todas las maletas y controlar que no se me olvidara nada y bajé hasta el coche de mi amiga para dejarlas ya en el maletero. Desayunamos las dos tranquilamente en mi piso y salimos con previsión de que no hubiera mucho tráfico.

- ¿Lista? - preguntó Lourdes arrancando ya el coche para salir del garaje

- Lista - respondí enchufando mi móvil para que comenzara a sonar la música

Ni un beso de Delaporte comenzó a sonar y pronto llegamos a la Autovía que nos conectaría más tarde con la autopista. Yo permanecía bastante callada mientras miraba el paisaje por la ventana, pensando en mis cosas. Podía notar de vez en cuanto cómo Lourdes me devolvía alguna que otra mirada, pero sabía perfectamente que ella no sacaría la conversación hasta que yo no le diera pie a ello.

Conseguí quedarme un poco dormida mientras los rayos de sol se reflejaban en mi rostro y me desperté pasado ya el túnel de Guadarrama.

- Uff, qué bien me ha sentado - comenté estirándome

- Sí, menuda copiloto que me he cogido, que me ha tocado hacer medio viaje en silencio

- Perdone usted - dije sonriendo - Estoy nerviosa - solté enseguida

- Pero has hablado con ella, ¿no?

- Sí, pero no es lo mismo que verla en persona de nuevo y verla además con Laura

- Jodido es, para qué te voy a engañar

- Gracias por tus ánimos

- Bueno, pero en cuanto veas ahora a tu hermana y a la enana se te pasan todos los males, ya lo verás

- Si tú lo dices... Aunque me da que a la que más ilusión le hace es a ti

- Pues sí, que a ver si entretienes un ratito a tu sobrina, te la llevas al parque o lo que sea

- Joder, no perdéis el tiempo vamos

- No estamos para eso

Negué, girando mis ojos, y volví a mirar a través de la ventanilla. Las vallas que aislaban a los pisos del ruido nos indicaban que ya estábamos llegando al igual que las torres de la zona financiera que se veían a lo lejos. Seguimos escuchando música mientras hablábamos un poco sobre los equipos contra los que nos iba a tocar jugar y las sorpresas que nos podría tener preparadas Susana y, cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos ya llegando a Avenida América donde vivía María.

Metimos el coche en el garaje que mi hermana no usaba para tenerlo allí hasta la vuelta y en cuanto salimos, la enana salió corriendo a nuestro encuentro.

Un sueño compartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora