Rencor.
Su interior se removía incontrolable, sus sentidos parecían alerta buscando la manera de sobrevivir si de repente esas personas lo dañaban. No confió en las mujeres que lo miraron como algo asqueroso, ni en los guardias con sus duras expresiones, sólo fue obediente ante las órdenes de la niña y se bañó. Todo era espacioso, brillante y lujoso, nada parecido a lo que conocía. Sentía el instinto de mostrar los dientes como un animal salvaje, pero se mantenía pasivo viendo la presa frente a sus ojos.
Cuando la princesa entró a la habitación sus músculos se tensaron, era bella y delicada como una rosa de un fragante aroma, ya sea por su largo cabello blanco o sus cristalinos ojos, o como su cuerpo débil de piel lechosa se movía con cuidado por la habitación. Se encontraba hipnotizado por sus acciones pero a la vez se sentía cada vez más decadente, no sabía que era inferior ante sus ojos y ante de los demás, solo los bellos ojos de la princesa no lo veían suciamente.
La niña que afirmó querer su felicidad por el solo hecho de compartir algo de sangre era peligrosa para sí misma. Como un niño con experiencia en la calle sabía lo mortal que era fiarse de una persona de poder, por lo que tomaba con pinzas cada palabras pero era inevitable ceder. Quizá hubiesen sido las palabras amables de su madre en su lecho de muerte o las cálidas manos que lo tomaron y llamaron, pero se sintió más dispuesto a dejarse llevar por ella, incluso si era apuñalado después.
Conocía lo básico de la familia imperial como cualquier otro ciudadano del imperio, entre las miles de características había una que era absoluta, el emperador enloquecía por su única hija, hasta el punto se ser reconocida como un tesoro nacional, pero no se sabía mucho o nada de ella salvo su nombre.
》Ariadne.《
Dulce y encantador como su portadora. Cuando sonreía todo el mundo dirigía sus ojos a ella como el centro de atención, o de hecho en cada acción, los espectadores aclamaban por cada expresión de su cuerpo. Entendía porque era considerada un tesoro invaluable por el que matar. ¿Por qué él debería de recibir la bondad de tal niña? No era mucho más que un bastardo, hubiera sido fácil ignorarlo.
-Yo...
No lograba hablar con propiedad por más que imitara todo lo que había visto en los clientes de su madre. Como alguien entrenado para desconfiar, una parte de su cuerpo quería huir de la situación y lugar desconocido. Mirando agudamente al plato vacío que había comido por segunda vez, incluso la princesa ordenó un plato para él que fuera ligero y fácil de comer. Cualquier pensaría que un niño de 6 era torpe e inconsciente, pero ella parecía sólo pensar en los demás con su bondad absoluta. Por supuesto no era estúpido pensar que no podría escapar de ella incluso si hacia un berriche y empezaba a tirarle los cubiertos a la cara, él tendría que aceptarlo aunque doliera. Pensándolo de esa manera todo dependia del humor de la niña, incluso su vida, él no tenía poder para oponerse a alguien tan majestuoso.
No.
Incluso si no era una princesa, solo su belleza inmesurable haría inclinar a todos, por lo que un niño callejero desnutrido jamás podría competir con ella. Era tan grande que tenía que tener sumo cuidado para no ofenderla. Cuando la vio bostezar su corazón dio un vuelco que le hizo fruncir el ceño por lo raro que era reaccionar a algo tan casual.
-Quiero ir a dormir... me disculpo.
Sus palabras eran humildes como si lo tratara de un igual lo que lo hizo avergonzar de algún modo. Logró levantarse del asiento e inclinarse en unos 90 grados sabiendo que a ella no le agradaba la vista de él arrodillándose a sus pies.
-La habitación al lado de la mía... él puede dormir.
Su voz infantil adormilada era como el murmullo de un bebé. Era tan linda que ni siquiera él pudo mostrarse indiferente a la ternura.
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Depredador. [+18]
RomanceNikolai Dail Xiarax era un Emperador sádico egoista y contundente con cada mujer que hubiera estado en su cama. Lo sabia porque lo cree con mis propias manos. Ariadne Itzbella Shalie era una princesa santa que fue amada por ser la mujer más hermosa...