Impulsos.
El duque fue mencionado en el libro como el único pariente directo que le había quedado a Ariadne antes de Asteritas, pero que ambos nunca tuvieron contacto entre ellos incluso cuando Karlo desapareció y sólo quedó la princesa indefensa a merced de Asteritas. Fue porque para ese entonces el duque estaba en su lecho de muerte por una enfermedad producto de un atentado de envenenamiento que lo había dejado en cama y sin mucho conocimiento del exterior.
No había querido ver a Ariadne nunca, ni una sola vez desde que su hija había muerto, recordaba la razón exacta debido a los hechos. Él, que amó a su esposa como su única mujer, la perdió muy joven debido a su complexión débil que la hizo perecer dejándole tan solo una hija a su cargo, y a la vez cuando adoró a su pequeña primogénita Yvonne, se le fue arrebatada en el parto por unas razones similares. Entonces cuando se enteró que su única hija había muerto dejándole una nieta… su corazón no pudo más, no podía esperar amarla y verla morir de la misma manera que sus antecesoras. Entró en un luto que lo llevó a irse al extremo sur del imperio en una villa aislada de la sociedad para pasar sus dia allí, sin ser consciente de Ariadne, ni siquiera en su último aliento.
No fue un personaje tan relevante como Asteritas pero lograba recordarlo con mayor claridad, entendible considerando el traumatismo que había dejado la presencia de Asteritas en este cuerpo a comparación de un abuelo ausente que no aportó nada positivo y negativo a la presencia de Ariadne. Había fijado mi vista en él por algo, necesitaba su poder en la sociedad para sobrevivir ante todo, incluso si de algún modo Nikolai lograba verme alguna vez o Asteritas se revelaba. Su vida estaba en constante riesgo por todo el poder que atribuía a la fracción noble al sostener con su patrimonio familiar gran parte de la economía del Imperio.
—¿Es usted el padre de mi madre…?
Astrid se había adelantado, frío, de alguna manera arreglándose para no sonar tan infantil y adorable como tantas veces. Lo miré, no, de hecho ese hombre elevó su vista hacia nosotros. Su ojos cargaban un peso enorme en ellos que carecían de emociones positivas y negativas a la misma vez, y que solo logró ablandarse cuando se fijo en mí. Le debi de resultar parecida tanto a su difunta esposa como a su hija, su amada hija.
—Lo soy, Su Alteza.
Los honoríficos resultaron algo natural aun siendo nuestro abuelo. Astrid frunció el ceño al observar sus ojos dirigidos hacia mí.
—Nunca he visto a tal persona… Duque, le agradecería que dejara a mi hermana en paz.
Nadie se atrevería a hablar de tal forma hacia un hombre tan respetable, pero Astrid era un príncipe joven y favorecido. Me removí incomoda tomando la mano de mi padre. Era evidente la tensión. Sabía que Karlo a pesar de ser razonable tenía cierta rigidez dirigida al padre de su mujer. Yvonne amaba a su padre, hasta un punto evidente, y eso su esposo lo respetó. ¿Pero que pasó después de que Lailo acusará a Karlo de incompetente? Fue un punto de inflexión en la Nobleza por un tiempo por el odio mutuo de dos hombres. Uno que jamás pudo superar la muerte de su hija y que odió al hombre que la llevó a tener una vida pesada, y otro que no podría perdonar a la persona que guardaba sentimientos conflictivos ante sus hijos. Karlo había intentado más que nadie el acercamiento del Duque y sus hijos, buscando que tuvieran una conexión de su madre, pero él sólo lanzaba negativas.
—Abuelo.
Dije con una voz temblorosa. El cuerpo de Ariadne parecía estremecerse por inercia con nerviosismo. Reconocía el sentimiento de ansiedad… ¿Quizá la princesa hubiera querido hacer algo semejante en su vida? El hombre al que llamé pareció ensombrecer su rostro mientras sus pupilas temblaban.
—Su Alteza…
》Tu corazón está agitándose Ariadne.《
Cuanto más tiempo paso en frente de sus ojos, mas me duele. Ya lo recuerdo, muchas veces intentaste pedir ayuda para buscar a tu padre, pero ninguna de tus cartas fueron enviadas como era correspondido. Estabas desesperada…
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Depredador. [+18]
RomansaNikolai Dail Xiarax era un Emperador sádico egoista y contundente con cada mujer que hubiera estado en su cama. Lo sabia porque lo cree con mis propias manos. Ariadne Itzbella Shalie era una princesa santa que fue amada por ser la mujer más hermosa...