[D] Capítulo 24: Imperdonable.

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Imperdonable.

No importa que haga o dejé de hacer, una cosa es segura; ser la princesa es un jodido dolor de cabeza. Pocas veces salía a tomar el té con alguna noble escogida por mí madrina o por mí padre, siempre ancianas que obedecían con dedicación a la corona y que no se atreverían a hablar demas enfrente o sobre mí.

Incluso ahora que casi tenía 15 años era muy difícil ver a una cara ajena a la de mí abuelo, hermano o padre, salvo Arcos, Zakya y Itzain. ¿Había alguien más que ver? Quizá la única interacción por fuera eran las cartas que intercambiaba con el Emperador y Emperatriz de Karax, pero era lo mismo, adultos, y más adultos. No hay emoción adolescente, errores o travesías.

—Este posee una seda muy preciosa que iría perfecto con tu color platinado.

Astrid elevó entre sus manos un velo perlado que de hecho si era exquisita. Miré su apariencia. Había crecido maravillosamente estos años. A sus casi 15 años era alto y atlético, un rostro perfilado y delicado sin dejar de ser masculino, con una piel limpia, unas cejas frondosas con unos ojos adornados por espesas pestañas. Era precioso, sinceramente era el hombre más hermoso que conocía, solo comparándolo a Itzain.

—¿No habías utilizado velos antes al viajar, hermana? Estoy seguro que esta vez también es una buena opción. Es elegante y los detalles se verían preciosos.

Sonreía inocentemente con un rostro feliz pero sabía sus intenciones bajo esa fachada tan mansa. ¿No era este mismo chico del que tanto temían sus instructores? Junto a Itzain eran genios en la espada que aterrorizaban a los adultos del palacio y la corte.

》Letales, fríos y desalmados, Su Majestad, por favor, vea a los principes.《

Recuerdo que eso dijeron los viejos sabios llorando a mares frente al trono mientras pedían piedad para que mantuviéramos tranquilos a los príncipes. Este niño descarado igual sonreía así frente a mis ojos.

—Astrid, será nuestra primera vez ante la sociedad. ¿Cómo podría hacer tal descortesía?

Me cruce de brazos. ¿Cómo podría dejar pasar la oportunidad de ingresar a la sociedad de este modo? Aunque le rogué miles de veces más en introducirme a la fría nobleza, mí padre jamás cedió aunque me dio a la Sr. Marie como instructora. Por lo menos con ella como profesora conocía muy bien quienes eran las minas de oro en el Imperio.

—Sé que es tu debut pero…

Él era muy persistente. Creo que fue la consecuencia directa de tener un padre como Karlo que le repetía millones de veces que cuidara a su pequeña hermana. La ceremonia que debía hacerse a mis 12 años se retrasó 3 años más, tanto por los atentados que habían vuelto locos a mí padre y abuelo, como porque aunque no lo admitieran no querían dejarme ir.

—Creo que es mejor elegir tu traje a que intentes hacerme cambiar de opinión.

Sabía muy bien con qué imagen debía aparecerme en mí debut, y no incluía un velo para tapar mí rostro en definitiva. Astrid suspiró con cansancio intentando por última vez hacerme ceder. Me fijé en los sirvientes. Con el pasar del tiempo eran cada vez más aquellos que querían venir a servirme a mí. Para ser honestos, la mayoría del Imperio conocía con bastante certeza la mala fama de los príncipes, aunque no los conocieran temían mucho verlos. Pero mí reputación era otra cosa distinta, desde ser santa hasta saberlos controlar, todo lo relacionado a mí implicaba bondad… de la que se podían aprovechar como lo habían hecho con Ariadne antes.

—Mmm, este color, iría bastante bien.

Miré el tono claro de las telas que me ofrecían las sirvientas. Agarre un trozo y lo coloque al lado de mí hermano. ¿Tenía que ser tan guapo? Todo lo que le pusiera parecía brillar a su lado como si fuera de otro mundo. Entendí a la perfección porque las hijas de las doncellas se quedaban sin habla al verlo pasar. Mí hermano sonrió suavemente como queriendo parecer aún más atractivo. Era aún muy joven pero sería un hombre digno de ser llamado el susurro de lucifer.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora