[D] Capítulo 20: Mi guardia.

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Mí guardia.

Pocas personas se han incrustado en mí corazón como Zakya, en cambio le he ofrecido confianza y privilegios. Si quería reír, saltar, matar o destrozar lo permitiría, porque era mí gente y era capaz de todo por mí familia. Y al verlo tan devastado por un simple mote no pude evitar preguntar;

—¿Por qué?

Una duda inocente y a la vez que sabía albergaba mucho más allá. Él alzó su rostro por fin. Estaba llena de vergüenza, tanta que parecía haber pecado infinitamente.

—Su Alteza, como su sirviente tengo que hacer lo que no se le permite a usted para protegerla. Eso incluye ser una persona llena de suciedad.

Suciedad.

Un hombre que protegia a su gente con lealtad no podría ser sucio. Más sucio era la venganza desmedida, que iba más alla de la idea de protección. Ese tipo de cosa que yo conocía muy bien y no me arrepentía de ejercer. En cambio mí guardia elevó sus manos.

—No puedo ni siquiera tocar sus manos después de hacerlas.

Miro a aquéllas palmas como si aún conservarán sangre o tuvieran la peor ponzoña del mundo. Por otro lado yo las tomé en contra de sus deseos. Estos dedos, calor y agarre eran mí fuerte y confianza. Me daban valor y seguridad. Eran mí paz en este lugar.

—Estoy arruinado y no merezco el cariño que me ofrece. Y aunque no puedo prohibirle nada, le ruego me permita aún permanecer digno ante usted, que no sepa todo lo que tuve que hacer para llegar aquí. Porque de enterarse sé que una santa me odiaría. Y yo… Yo no quiero ser odiado por usted… no podría…

Sus ojos habían parecido tan lamentables como los de alguien abandonado. Reafirme mí agarre. Sentía sus emociones perforando mi piel.

—Manos que mataron, torturaron y llevaron al peor infierno a miles de soldados extranjeros. Aquéllas que con solo portar una espada podrían causar un daño colateral a muchos. Llamado la bestia de sangre por bañarse en rojo carmín en medio de los cadáveres y no dudar en seguir en pie si eso le ordenaban. Ese hombre es Zakya Halev, Comandante de la guardia Imperial del imperio Paraz.

Sus pupilas temblaron cuando le di toda la información que él hubiera preferido nunca sepa. Quiso alejarse, pareciendo que lo peor estaba pasando ante sus ojos, desmoronando su vida en cuestión de segundos. Pero lo sujete con fuerza.

—Las mismas manos que me protegen y aman, el mismo hombre que daría la vida por y para mí. Una fortaleza que me permite vivir tranquila porque se que siempre estaré respaldada. Ese es Zakya, un hombre al que amo y protejo.

Tome sus manos y refregue mí cara contra ellas sintiendo su calor y cerrando mis ojos. Podía vivir tranquila si mí vida estuviera sobre ellas.

—Si quieres matar a alguien, torturarlo y reírte sobre tu cadáver.

Abrí mis ojos conectando miradas. Nunca vi una expresión tan sorprendida, a la vez que no creo haber hecho antes una tan oscura en este cuerpo infantil.

—Incluso si me pides que te dé algo más grande como la espada más fuerte del imperio… puedes ser así de egoísta. Porque no hay hombre que pueda tener tanto favor como el tuyo. Zakya tiene tanta autoridad como la mía.

Quería decirle todo, cada pensamiento, recuerdo y rencor. Hacerle saber que un día lo dio todo por mí yendo contra todo un gobierno con tal de verme feliz. Su vida fue mí responsabilidad desde que nos encontramos por primera vez. Él, el único hombre en el mundo que se quedó incluso cuando Sir Arcos desapareció por buscar al Emperador.

—Princesa…

Me abalance a sus brazos. Fue de los pocos hombres que me adoró en esta vida y la otra. No quiero que se sienta sucio una vez más.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora