[D] Capítulo 34: Caída.

1.4K 118 11
                                    

Caída.

Creo que hubiera sido imposible para mi el actuar como santa si no supiera que cada mínimo error implicaba la muerte de mi persona y un hundimiento a un profundo dolor tortuoso. Alzar la cabeza no era fácil, enfrentarse a Karlo tampoco lo era. Tuve que presentarme frente a él como princesa, no como su hija a pesar de saber que sus amorosos ojos me seguían viendo como su pequeña niña.

—Saludos al emperador.

Me incliné ante él con suavidad. Ante todo era la santa, es decir que tenía que tener un comportamiento ejemplar ante cualquier situación, incluso si era frente a mi propio padre. Vi el rostro entre frustrado y cansado de Su Majestad. 

—Ariadne, he sido siempre muy comprensivo con cada cosa que has hecho. No te he cuestionado como muchos harían.

Era verdad y lo sabía. Pretendí que era natural el hacer eso y no me inmute, de forma descarada y cínica porque no estaba en posición a dar explicaciones. Tampoco me iba a sentir mal por cosas que hice por él y por mi hermano.

—Incluso cuando trajiste a Asteritas no dije nada, tampoco cuando te fuiste a Karax.

Lo mire en silencio. Iba a callar hasta donde no hubiera ninguna salida. Sus ojos viéndome me debilitaron, eran tan claros y transparentes conmigo que sabía que no había hombre más honesto.

—¿Entonces por qué me haces esto? ¿Por qué el hijo del diablo de entre tantos hombres a tu alrededor? Ser amante de un príncipe extranjero es algo que no puedo darte. Salir de aquí para ti es igual a ponerte el filo en el cuello. Como mi hija te lo prohíbo. 

Sabía que su reacción era natural así que no lo juzgué. Sonreí suavemente.

—Padre, si vamos a hablar de lo que cada uno sacrificó también tengo que destacar que he sido excelente a excepción de esas veces. Me he mantenido aquí por años, recluida, sin amigos, sin contacto, sin nada, con restricciones por donde pisará y cumpliendo una estricta rutina. No importa qué tanto puedas darme si lo que quiero es el mundo y tú no puedes dármelo.

Empecé a recordar las millones de inconformidades alrededor de la vida de Ariadne. Tenía techo y amor, pero también habían cosas desastrosas. Ella debía ser perfecta.

—Debo ser perfecta para merecer todo esto, no hay que dar un solo paso en falso sin ser señalada. Lo entiendes, como príncipe heredero lo pasaste. ¿Pero hasta qué grado se puede comparar? Tengo la corona en mi cabeza y la cruz en mi espalda. No vengo a compararme a ti, padre, solo quiero que también me comprendas.

Vivir la vida de una santa implicaba dejar de ser humana, incluso con la libertad que me otorgaba ser la hija más amada del emperador. Cada acción y palabra era un arma de doble filo en mis labios.

—Y no por eso vas a arruinarte mezclándote con esa sangre. Es un tipo sangriento y temido en su propia patria. ¿Qué confianza tengo en dejarle a mi hija? No lo haré, incluso si es tu único deseo por el resto de tu vida, un bastardo como él no.

Lucía tan determinado y lo decía con tanta impotencia que no respondí. Suspiré en cambio.  Nikolai se había hecho de una muy mala fama estos últimos años al crear su milicia increíblemente destructiva y utilizar su poder como moneda de cambio.  Era un tipo temible que no se debía tomar por la ligera. 

—Él vendrá dentro de poco, lo recibiré junto al marqués Verdem, padre.

La cara de desconcierto y repentino ataque de ira que intentó suprimir me hizo acercarme a él. Le prometí actuar como pareja y eso debía hacer aunque no me guste.

—Papá, no haré nada que pueda afectarme a mí o a nuestro poder a futuro. Yo no estoy enamorada de ese hombre.

Sostuve su mano tensiones por la presión que ejercía.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora