[D] Capítulo 26: Influencia.

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Influencia.

La gente era asfixiante, todo el tiempo los nobles intentaban captar mí atención y la de los príncipes buscando algún tipo de favor particular. ¿Acaso no se daban cuenta que solo eran un número más en el contador? No había nada destacable en ninguno, ni sus palabras, ni sus caras, solo lo mismo siempre. Estaba cansada de oír halagos a mí apariencia, como si solo de mí importase eso.

Entendía a la perfección a Ariadne que se interesó tan solo por hombres que la veían por su ingenuidad, eso por lo menos era más que enfrentarse A un séquito de gente que parecía pensar que no tenía un espejo para saber cómo era mí apariencia.

—Son molestos. Vamos a bailar.

Astrid aprovechó a la primera canción para tomar mí mano y dirigirnos a la pista de baile. Hace unos años estábamos en la misma posición. Pero sus manos no eran tan expertas ni su porte tan masculino, él solo era un niño y ahora era un joven muy guapo. Me sentí orgullosa por eso, incluso cuando se apoderó de mí cintura receloso por los hombres que me veían. Desde niño siempre había sido tan celoso que era difícil controlarlos.

—Astrid, ¿Ves a todos los hombres de aquí? Ni uno solo puede compararse a ti frente a mí.

Siempre había que reafirmar su estatus y poder para que no se saliera de control. Astrid sonrió tan bellamente que que que mí corazón explotaría, no fui la única que observó aquel hermoso rostro, no pasó desapercibido por nadie.

—Por supuesto soy el número uno para mí hermana.

Mí Astrid era un niño ansioso aún a mis ojos, por eso me causaba tanta angustia el pensar que se metería entre medio de esta horrible trama. La música sonó. Para ser sinceros no había hombre que conociera mejor mis movimientos que Astrid, me vio crecer, sabe cada mínimo detalle de mis pies hasta la cabeza, y éramos gemelos, lo que hacía que parecieramos reflejos frente al otro. Mí falda bailaba en el aire de forma hermosa, me sentía plena, feliz. Había sobrevivido grandiosamente en una cuna de oro y joyas hasta el momento.

—Escuché a muchos hablar sobre mí regalo, Aria.

Parecía querer presumir que él mismo la talló. Sonreí casualmente.

—Ya tendrás tiempo de anunciar tu regalo junto a los demás cuando empecemos a abrir algunos de los más importantes.

Para ser honesta era imposible abrir todos los regalos del salón en tan solo un momento, así que serían muy quisquillosos al elegir a qué presentes anunciar. Bailamos felizmente como si nada importase. ¿Que tan brillante sería el futuro si seguíamos de este modo?

Me detuve reverenciando a mí acompañante, e incluso antes de que pudiera arreglar la falda de mí vestido Itzain se presentó frente a mí. Se veía justo como un perrito regañado, igual a aquellos que ponían una cara dulce y arrepentida. Sonreí tomando su mano.

—Itzain, deberías controlarte cuando tengo intereses frente mio.

Miré a un lado Astrid que se había parado con una copa a vernos bailar. Tome el hombro de Itzain. Era muy alto, demasiado, lo suficiente para hacerme retroceder para verlo. Tenía 18 años pero ya estaba rondando los 1,90 con seguridad.

—Lo siento, Aria.

Si un hombre tan guapo baja la cabeza con un tono lamentable es prácticamente imposible resistirse. Mordí mi labio para evitar reír. He domesticado bien a este ex tirano.

—Sabes muy bien que eres de mis preferidos.

Incluso en la vara más alta había niveles, mí favorito era Astrid, luego estaba papá, Zakya y Arcos, recién pensaría en Itzain como alguien superior al resto frente a mis ojos. Pero tan solo eso le contento. Sabía a la perfección que no podía luchar contra ellos aunque quisiera.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora