[D] Capítulo 49: Debilidad.

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Debilidad.

Mis grilletes no eran cómodos, su filo cortaba mi carne de forma precisa si movía mucho mis extremidades. No sabía cuántos días habían pasado de esta forma. El olor a putrefacción impregnaba mi garganta haciendo escocer mis ojos secos de llorar. Giselle, su bello rostro había empezado a corroerse y ser comido por las ratas mientras me encontraba tirada al otro extremo de la habitación.

—Es momento de que levante su cuerpo y se asee.

La voz fúnebre de Damián Teice nunca me pareció más sepulcral que hoy. Me tomó entre sus brazos y me elevo.

—Sir, déjeme morir un segundo más a su lado.

Susurre perdida en el pensamiento. Aquella que tenía el corazón lleno de espinas se las quito para en su último segundo mostrarme lo tierno que podía llegar a ser.

—La muerte debe ser solitaria como el infinito abismo. ¿No lo cree?

No tenía fuerzas ni de odiar a mi carcelero así que no demostré aquella negativa emoción.

—No lo sé, santa.

Pese a todo y a que Nikolai no permitía que nadie me tratase de princesa o santa él seguía refiriéndose a mí con tal estatus.

—¿Usted cree en Dios, Sir?

Murmuré descuidadamente algo que siempre quise saber. ¿Cómo un creyente podría profanar el nombre de Dios así?

—Si.

Siempre fue cortante conmigo al punto en que dolía, como si fuese un objeto.

—¿Rezara por mi el día que muera?

Sus ojos celestes pero despiadados como un océano pacifico me miraron por primera vez.

—No necesita el rezo de un pecador. Usted no puede morir de todos modos.

Mi cuerpo se tenso al pensar que habia descubierto mi unico secreto; yo no podia suicidarme, era imposible morir bajo mi propia voluntad. Palidecí y mis lágrimas fluyeron, pero pese a eso fui llevada al cuarto de baño.

—Su cuerpo perdudara el tiempo que mi señor lo desee.

Respire más libremente al ver que no lo descubrió. El único ser que podía tocarme era Damian Teice, porque era como un perro fiel, una extensión de la voluntad de Nikolai. Él sacó un frasco de su bolsillo que ya sabía que poseía. Extracto de Filiamentio, la flor de los magos, una flor que servía como desestabilizador de mi poder al ser completamente contrario a mi esencia, a los santos normales tan solo les provocaba una leve sensación de disgusto e inquietud. En cambio para mi era algo que me volvía incapacitada completamente, si tan solo estuviera en un buen estado podría tolerarlo con mayor facilidad pero con este cuerpo herido y destrozado por soportar el poder de Nikolai entrar en cada poro de mi cuerpo era imposible.

—Mientras más luche, dolerá más.

Advirtió acercandolo a mi. De esta forma evitaban que aprendiera por instinto o por desesperación algún tipo de ataque con mi poder. Presa y anestesiada como un animal.

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Apenas podía abrir mis ojos. Me quede quieta pensando en mi recuerdo que se remontaba una vez más al pasado incluso antes de mi embarazo. Filiamentio. ¿Cuál era el sabor de ese extracto? Sus síntomas eran muy precisos como para confundirlo con un desgaste de poder, estaba segura que fue eso.

—¿Están bien...?

Murmure con la garganta quebradiza a los hombres que dormían vigilándome. Astrid, papá y el abuelo se despertaron asustados al detectar mi voz. Corrieron hacia mi. Empecé a notar nuevamente el temblor de todo mi cuerpo y el sudor que lo recorría. La fiebre me hacía delirar y sentirme sensible.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora