[D] Capítulo 28: Lo que no debió ser.

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Lo que no debió ser.

Sin duda estar encima de Damián Teice con tan solo mí camisola de noche era algo que no tenía planeado en toda mí vida, y lo más raro es que era una escena agresiva donde todo el ambiente estaba empañado de mí irá y hostigamiento.

—¿Acaso lo que has visto te ha hecho dudar de entregar tu lealtad a Nikolai?

Damián Teice como lo conocía era un ser tan leal que preferiría comer su propia carne antes de titubear sobre Nikolai. El pensar que estaba dudando era algo que nunca vi como una posibilidad desde el primer momento que nos conocimos.

—No, yo no dudo, le debo lealtad a la única persona que me recibió a pesar de mí carente linaje.

Me reí de su forma tan ligera de expresarme el porque de su devoción. La forma en como murió su familia fue a causa de la negligencia de la seguridad imperial, pero eso nunca lo pensó, mejor dicho, nunca quiso poner fallas a la gran imagen que tenía del príncipe.

—Nikolai si pudiera tirarte lo haría, ahora eres útil, mañana quien sabe. En cambio yo puedo dártelo todo sin que muevas un solo dedo de tu mano, tan solo habla y dame tu palabra, yo haré el resto.

Intenté engatusarlo con mis palabras sabiendo que tenía un respaldo perfecto, el poder y el historial de haber hecho eso con otros hombres. Damián ni siquiera titubeó, es más, carecía de algún rastro de reacción en sus facciones.

—Mi lealtad no se compra.

Mis ojos se abrieron por lo indiferente que era. Un hombre que no tenía precio, sí, por poco olvidé que tenía esa cualidad. En otro momento me hubiera fascinado, pero ahora era una molestia.

—Dime algo, Damián; ¿Ha empeorado con el tiempo no?

Me dijo que fue un impulso de la niñez y se expresó como si siguiera sucediendo continuamente en su vida.

—Sí, lo ha hecho, de forma constante, más en las noches.

Decidió responder mí pregunta. Entonces me aparte y acomodé mí vestimenta. Tuve que reírme por la siguiente respuesta;

—Entonces continúa cocinando tu cerebro en tus propios delirios, al final vendrás a mí, igual de desquiciado que yo.

Lo miré con mí triunfante expresión.

—Estaras en mís manos y tendrás que dármelo todo, recuerda eso, Damián. Entonces seré yo la que decida esquivarte.

Me fui de ahí, no voltee una segunda vez. Estaba equivocada al venir tan de pronto con tan solo mis palabras como seguro, pero necesitaba una respuesta ya, y no la obtuve. Me escabullí nuevamente con la cabeza hecha un lío.

No había por dónde empezar, ya que no sé porque estoy aquí, quien me trajo aquí… menos puedo saber la razón por la que Damián Teice aparentemente recuerda sucesos de la novela. Lo único lógico era que todo ya había pasado, hemos vuelto en el tiempo y yo tenía que vivir por Ariadne y él encarnando su propio personaje. Me quedé quieta a la vuelta de la esquina del palacio unos pasos antes de mí habitación y encontré a Itzain parado en medio de la noche, en su mano traía una espada.

Recordé aquella noche en que fui vendida, en como la luna pegaba a su cuerpo y hacia brillar su espada, en como me arrodillé y patalee mientras me arrastraba. Mí cuerpo se erizo pero no tuve miedo, no temble ni retrocedí. Sus ojos no eran tan fríos como aquel entonces, estaban enojados pero seguían viéndome de una forma cálida y cariñosa.

—Ariadne.

Su voz pronunciando mí nombre seguía siendo igual de delicada al hacerlo que la primera vez. Ya no me causaba inquietud.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora