[D] Capítulo 18: La benevolencia de la princesa.

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La benevolencia de la princesa.

Nunca hubo salvación para su hijo, pero quería evitar que ella viviera una tortura a manos de la reina. Una esclava que utilizó sucios trucos para saciar su ambición, de cierta forma éramos parecidas sin llegar a serlo realmente.

—La princesa y mí Emperatriz se llevan muy bien, es como la unión de ambos imperios en un lazo maternal.

Por alguna razón no vi ninguna malicia en la voz del Emperador. Por un instante de lucidez aprecie una voz reconfortante y segura. Todos en la mesa lo miramos hasta que la reina tosió.

—Su Majestad, creo que es hora de sus nutrientes diarios. Ya sabe, es para su buena salud.

Ni siquiera pretendía disimular que le daba algo a Su Majestad, pues sabía que habían llegado a un punto en que no podía contradecir mucho lo que ella quisiera. Él la miró y asintió.

—Doncellas, traigan los nutrientes.

Ordenó como si fuese dueña y señora del sitio. La emperatriz no sabía de nada. ¿Y Nikolai había descubierto la verdad a esta edad? Ni siquiera tenía una mínima idea, una vez intentó averiguar sobre esta medicina y no pudo encontrar ningún implemento raro en el. Nadie sospecharía de ello, ya que eran plantas inofensivas, pero nadie sabía que en conjunto creaban una reacción que los volvía alucinantes perfectos para el control mental de alguien.

—¿Su Majestad, se encuentra cansado?

Ya habían pasado años desde que empezó a ingerir las hierbas, su cerebro debe de estar tan deteriorado que sería difícil vivir sin querer matarse por el continuo dolor de cabeza. Por esas jaquecas había mandado a matar a varios duques y comandantes importantes de su armada imperial. ¿Pero quién contradecirla al Emperador? Fue conocido por ser un genio de la espada, de ahí Nikolai heredó toda su fuerza. El tener un cuerpo tan fuerte y monstruoso es lo que evitó que muriera, solo hasta que se enfrentó a su hijo.

—Sí, los deberes del imperio deben de ser atendidos.

Una voz dificultosa al hablar. Como si fuese un buen regente. Quizás estaba tan arruinado que no entendía que ahora no gobernaba, tan solo se sentaba mientras le daba todo a Makaria. Suspiré.

—Me gustaría ayudar a su Majestad.

Tenía el poder de salvar su mente dañada. Quizás los daños eran permanentes, era demasiado gasto salvarlo definitivamente y necesitaba que esté ser estuviera viviendo de mí.

—Utilizar la bendición de Dios para algo tan banal es innecesario, Su Majestad solo está cansado.

Miré despectivamente a la reina que habló sin consentimiento como si estuviéramos al mismo nivel. Zakya Halev debió de verla a nuestras espaldas de tal forma que se achicó en sí misma. Miré al Emperador. En definitiva necesitaba ayuda, su tez pálida parecía prever que se desmayaría en cualquier momento.

—Soy la santa del continente, es mí deber velar por los regentes de este.

Sonreí suavemente hacía los ojos rojizos del emperador. Parecía no saber ni siquiera dónde estaba sentado al verme, unos ojos que se hundían en confusión. Me paré y miré el frasco que había traído una sirvienta. Lo alce entre mis manos. Makaria no pudo ponerse nerviosa porque sabía que sus componentes parecían inofensivos a simple vista.

—Es realmente un color encantador, me gustaría probarlo. Se que la reina me lo regalaría con gusto.

Era una niña, no podían decirme nada incluso si tomo una de sus joyas y digo lo mismo. Fue ahí cuando Makaria mordió sus labios asintiendo. Una vez que ingieres esto ya no recuerdas muy bien nada de lo que pasa, así que seguro no es un mayor problema para ella.

Depredador. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora