La imagen de Yvonne.
Aunque Astrid no había querido separarse de mí una vez que la recuperación había finalizado, no podía faltar a sus clases de todos modos, siendo yo la única en poder obligarlo a ir así tuviese que amenazarlo. Me senté en el pasto verde de ese gran patio, era una zona con fuentes de mármol, esculturas y flores hermosas, era un jardín que se había diseñado para ser majestuoso y no para que una niña se sentara a jugar, pero era la princesa así que podía hacer lo que sea. Observé a Asteritas vestido formalmente. Sus ropas no eran lo suficientemente caras para la familia Imperial pero fingí no saber que no lo estaban tratando como tal. Este día se haría la ceremonia de confirmación y todo mundo sabría que Asteritas era en verdad descendiente de la realeza, no importa si no era hijo de Karlo.
-Asteritas se ve elegante.
Reí alegremente ofreciéndole una flor. Era verdad que lucía mucho mejor que antes, en poco tiempo su cuerpo había ganado peso y todo en él parecía estar en mejor condición. No nos habíamos visto muy seguido desde que Karlo lo envió a un palacio alejado. Apenas me vio sentada se apresuró a acercarse.
-¡Princesa!
Exclamó sin siquiera darse cuenta del tono alto de su voz. Me parecio ver una expresión desagradable de las sirvientas que nos vieron desde lejos cuando él se acercó. Era cierto que el trato hacía el niño no era el ideal pero seguía siendo mil veces mejor de lo que sería si no fuese por mí acto. Él se detuvo unos pasos antes de mí y me reverencio. Para haberlo aprendido tan solo mirando, fue excelente. Acepto la flor que le ofrecía como algo preciado.
-Hoy iré a la santa iglesia.
Sonreí con inocencia. No quería permanecer mucho tiempo a su lado siendo honesta. Pero este niño debía de necesitarme más que a nadie. Me acerqué a él y lo abracé sintiendo la tensión y temblor de su cuerpo.
-Vamos a ser familia.
Reí mirándolo a los ojos. Quería decirle todo lo que pensaba y planeaba hacer con su persona. Que lo iba a convertir en lo mismo que Ariadne, que me iba a necesitar tanto como yo lo necesite cuando me arrastró por el suelo para dejarme en manos de Nikolai. Sostuve su rostro.
-Te cuidare.
Sin mí no serás nada.
Pero el niño que fue ajeno a mis oscuras intenciones se sonrojó y dejó tocar como si lo hubiera esperado desde hace mucho tiempo. En el fondo quería llorar por lo que sentía, por lo que habíamos pasado y él era incapaz de recordar. Siempre tan egoísta como él sólo, dejándome cargar este peso mientras él era ajeno a todo.
-Sí... sí no soy su primo... ¿Usted me abandonará?
Creí estar en un sueño extraño cuando la expresión de sus ojos cambió, las lágrimas que se revelaron fueron más lastimeros que cualquier otra cosa, era el tipo de expresión que podía hacerme querer darle todo un imperio si me lo pedía. Se notaba desesperado el tomar mis manos con delicadeza y agachar la cabeza dejando caer lágrimas cristalinas.
-Aunque nadie en el mundo te viera yo lo haría.
Porqué así fue desde el principio. Nadie se había fijado en la oscura presencia del joven de 14 años que se encontraba en un Palacio abandonado sin nadie, sólo yo lo miré y me quedé parada en la distancia, guardando las apariencias, quieta para no fastidiarlo. Me senté en el suelo por horas escondiéndome de los guardias a metros de él, ambos conscientes que el otro estaba a nuestro lado, incapaces de decir una palabra y conformándonos con saber que el otro seguía ahí sentado sin hacer nada. Para Asteritas pudo no haber sido nada, tan solo la curiosidad de una simple niña, pero para mí lo significó todo.
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Depredador. [+18]
RomanceNikolai Dail Xiarax era un Emperador sádico egoista y contundente con cada mujer que hubiera estado en su cama. Lo sabia porque lo cree con mis propias manos. Ariadne Itzbella Shalie era una princesa santa que fue amada por ser la mujer más hermosa...