Envidia.
Para un santo el poder que poseía estaba arraigado intrínsecamente a su alma y esencia personal, al punto de ser tan privado como uno mismo. Bajo esa premisa, el darle el control de mi flujo de energía a Esmael, era un acto íntimo entre ambos bajo su jurisdicción, y tampoco me importaba que lo tomase como tal aunque me fuera indiferente hacerlo. Lo miré. No había replicado alguna preocupación hacia su propio cuerpo, cosa que a esta altura no debería sorprenderme en lo absoluto.
—¿Podrás resistir? Sé honesto, porque no pienso hacerlo si eso implica un daño a su persona.
Él me miró como si estuviera diciendo cosas extrañas de pronto.
—Mi cuerpo solo es un medio, no necesita pensar mucho en eso.
Este… este hombre probablemente haya vivido toda su vida como una herramienta.
—Esmael, tu estado es mi responsabilidad y preocupación. Eres una persona que es valiosa para mí.
Por supuesto en un análisis fríos de las ventajas sobre su poder, pero si suavizaba mis palabras ante Esmael era porque a diferencia de otros hombres a los que podía reclamar como objetos, temía que seriamente él sí lo entendería de una forma literal. A él no le tenía que enseñar su utilidad, debía aprender de humanidad, para que una vez ya no nos necesitemos mutuamente cada uno siga su curso sin reclamos.
—Por favor, no permitas que nadie te lastime, ni tú mismo hagas que tu cuerpo sea perjudicado.
Murmuré al verlo a esos ojos azules que me parecían tan poco interesados en sí mismos. Suspire acariciando sus hombros. Tenía que levantar mis brazos para llegarle.
—Estaré bien, y si llego a sentir algún tipo de dificultad seguro podrá interrumpir el flujo de su energía con facilidad.
Asentí. Necesitaba esto, tampoco podía hacerme de rogar respecto a un tema importante. Las expectativas de todos los hombres recaían en mi espalda y debía responder bajo cualquier caso.
—Entonces, te confío mi cuerpo y virtud, Esmael, solo por esta vez.
Sonreí suavemente ante esa mirada que me parecía despejada y ligeramente conmocionada. Sus orejas se calentaron en su cabeza.
—La resguardare solemnemente, Su Alteza.
Su mano tomó la mía y la besó con devoción. Supongo que por su posición de santo, pero, este hombre sabe bien cómo hacerme sentir adorada con esos ojos claros y esa sonrisa perfecta.
—Vamos.
Tome su brazo y me dirigí al frente de todos los hombres. Personas como Esmael no podrían enfrentar a Nikolai, Kassiel o las miradas de mi abuelo y guardia, pero él se esforzó mucho en erguir su espalda correctamente y mantener su expresión tranquila, por lo que agradecí eso.
—Abuelo.
Me acerque a él y lo aparte sutilmente de Asteritas, Zakya entendió eso a la par, por lo que resguardo una posición entre medio de nosotros para que no pudieran acercarse.
—¿Cuánto tardaría flujo del agua en volver si purificó la zona?
Murmuré suavemente. Me encontraba ansiosa por la respuesta de mi abuelo, quien mostró una expresión automática de desacuerdo, lo veía en sus ojos.
—Purificar un tramo de tierra está más allá de los límites de cualquier santo y no tenemos otro presente más que este, es imposible.
Y con "este" se refería a Esmael.
—Abuelo, puedo hacerlo, estoy segura.
Yo, quien no fui probada bajo ninguna lupa sobre mi energía sagrada, no se me ha vuelto a calificar más allá de la primera impresión que tuvieron sobre mis habilidades.
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Depredador. [+18]
RomansaNikolai Dail Xiarax era un Emperador sádico egoista y contundente con cada mujer que hubiera estado en su cama. Lo sabia porque lo cree con mis propias manos. Ariadne Itzbella Shalie era una princesa santa que fue amada por ser la mujer más hermosa...