Epílogo

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Se podía observar una hermosa pradera llena de grandes girasoles, los cuales se encontraban observando el hermoso sol con gratitud. La delicada brisa y el hermoso canto de la aves, creaban una excelente sinergia que hacia que este simple lugar se transformara en uno de los de cuentos de hadas.

Pero entre todo el hermoso ruido que existía, se hallaba uno particular, el cual daba un toque de tranquilidad al ambiente y ese era, las risas de los niños jugando.

No se podía escuchar perfectamente lo que decían, pero lo que si se podía decir, era que las risas de los niños demostraba que se estaban divirtiendo en el inmenso jardín de girasoles. Asimismo, si ponías mas atención a sus risas, podías darte cuenta que en realidad se trataban de dos pequeñas niñas, por su actitud y sus por agudas voces. No obstante, entre todo el ruido que emitían el par de niñas, una voz muy conocida entro a escena, causando que algo en el ambiente cambiará a un estado de protección.

Hijas tengan cuidado en caerse.

Esa voz, esa hermosa y pegajosa voz, que tanto aprecia el cuidado de las pequeñas niñas. Era la misma voz de alguien muy familiar, de alguien que pudo entender con exactitud y sin reclamo la triste vida de un alma en pena. Esa voz era la llave y el candado, del corazón de un pobre pagano que buscaba misericordia de sus pecados.

Y esa voz era de

Izuku: Tomoko - pronunció un hombre de cabello oscuro, sentado en una pequeña silla afuera de una casa de madera -.

El hombre cerraba y abría sus ojos con molestias, como si hubieran estado cerrados por miles de años. Sin embargo, esa molestia no evitaba sentir esa extraña emoción que inundaba el ambiente, el cual con el pasar del tiempo se volvía adicto. El sonido de paso acercándose generaba que la extraña emoción que se sentía en el aire se volviera más dulce y fresca, como una deliciosa limonada con miel.

El hombre llevó una de sus ásperas mano a su rostro para quitar la molestia que sentía sus pesados ojos. Pero aún haciendo esa acción, la molestia no desaparecía hasta que unas delicadas manos, como la porcelana, rodearon sus áspera mano para luego alejarla del rostro de forma lenta.

Tomoko: Tranquilo, aquí estoy, cariño - dijo una hermosa mujer de cabellera verde como las hojas del mas grande roble, mientras observaba los hermosos ojos color sangre del azabache -.

Los ojos carmesí del hombre quedaron en shock por la presencia de la mujer, para luego estos mismos ojos la analizaran su rostro de forma detallada, notando que está se veía más mayor y más madura, pero aún teniendo esos rasgos, no cambiaba el hecho que era la misma mujer que lo había entendido y lo había apoyado en su locura.

Izuku: Tomoko - pronunció el hombre mientras con su gran mano acariciaba de forma lenta y suave, la mejilla de la mujer, la cuál aceptaba con gusto esa muestra de afecto - Tomoko - volvió a pronunciar el hombre sin poder creerse lo que estaba ocurriendo -.

La mujer acariciaba la áspera mano del hombre para luego responder.

Tomoko: Tranquilo - módulo la mujer mientras acariciaba la mano del hombre con sus pequeñas manos - Solo tuviste una pesadilla - comentó la peliverde causando que el azabache se sintiera de forma extraña pero calmado -.

Izuku: ¿Pesadilla? - se pregunto el hombre confundido mientras acariciaba la mejilla de su mujer -.

La hermosa mujer peliverde afirmó con la cabeza mientras seguía acariciando la mano del hombre.

Tomoko: Te quedaste dormido después de tanto trabajo en la huerta - respondió la mujer con delicadeza - Si no fuera por las niñas que me avisaron de tu estado, hubieras estado tumbado en la tierra acompañado de varias lechugas - decía la mujer con un tono de voz cautivador y más por lo último que dijo, lo cual al momento de decirlo una pequeña sonrisa aparecía en su rostro -.

-Doctor Deku-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora