Cuando me armé de valor fui al cementerio y me arrodillé delante de su lápida.
Fue un verano antes de empezar el instituto cuando te conocí -le dije evitando derrochar las lágrimas que se acumularon en mis ojos- lo hicimos en tu antiguo coche escuchando Pink Floyd y en mi cumpleaños 18 nos hicimos el mismo tatuaje, aunque dijiste que era una cursilería. Solíamos robar licor de tu padre y subir al tejado. Hablábamos de nuestro futuro como si supiéramos que nos pasaría. Por mucho que lo repitieras, nunca planeé el día en que te fueras, Luke. En otra vida sería tu chica, mantendríamos las pocas promesas que nos hicimos y seríamos nosotros dos contra el mundo. En otra vida te quedarías y no importaría lo mucho que fumaras. Odio tener que decir que tú eres quien se marchó. Aún sigo comprando tus cigarros favoritos y me compré esa estúpida "tarta". Aunque no estábamos siempre el uno para el otro, en los malos momentos nos apoyabamos, hicimos ese pacto. A veces cuando te extraño pongo tus discos, creo que mi hermanito se sabe todas las canciones de memoria. Hasley me dijo que te habías borrado el tatuaje, te vi aquel día enseñándole nuestro Boulevard de los sueños rotos. Luke no me puedes dejar, ¿Qué hago yo en este mundo sin ti? Debí decirte lo que significabas para mí, porque ahora estoy pagando el precio. Daría lo que fuera por que vuelvas, me puedes insultar, bromear o lo que quieras, pero vuelve... Te quiero, Luke Howland
