Estaba subiendo hacia mi habitación a oscuras, una muy mala idea, pero fue aún peor cuando se me cayó al suelo la manta que cubría mi cuerpo helado y al agacharme me di en la cabeza con la pared. Perfecto.
¡Mierda! -susurré agarrándome la cabeza y encendiendo la luz de mi cuarto a duras penas-
Qué rebelde diciendo malas palabras -dijo Emmett sentado en mi escritorio con total naturalidad. Vale, sí, eso da mucho mal rollo-
¿Qué te he dicho de entrar así en mi cuarto? ¿Y si entro desnuda? -pregunté tratando de sonar molesta mientras me cruzo de brazos-
Con más normalidad entraría así -replicó Emmett sonriendo-
Eres un pervertido -contesto acercándome a él para colocarme entre sus piernas formando un abrazo-
Y tú una aguafiestas, ¿nos besamos ya? -pidió colocando sus manos en mi cintura. No esperé ni un segundo más en chocar mis labios con los suyos formando un delicado beso-
