Capítulo 1: La llegada al templo

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Finalmente Edward, Alphonse y Winry desembarcaron y tomaron el tren que los llevaría directamente a la ciudad de Tokio, el nerviosismo y la incertidumbre ocupaban sus mentes, mientras que la impaciencia de Edward amenazaba con hacer de ese recorrido algo realmente molesto, pero que se pudo evitar con un acertado golpe cortesía de la llave inglesa de Winry.

Al estar frente al templo Higurashi, éste no parecía nada extraordinario o fuera de lo común. El trío se acercó a la entrada y fueron recibidos por un joven vestido de sacerdote, el chico era aún un adolescente, quizá tendría entre quince o dieciséis años de edad, era delgado, tez blanca y cabello negro recogido en una coleta baja, de estatura media y ojos castaños.

El joven sacerdote los recibió en un principio con una mirada de desconcierto, era inevitable que a primera vista los tres personajes de Resembool causaran impacto; en primer lugar porque era notoria su procedencia extranjera, ya que Edward y Winry tenían cabello rubio y ojos de color; en segundo lugar por su peculiar forma de vestir, cabe aclarar que el abrigo rojo de Edward resaltaba demasiado, porque en cuanto a Winry, traía puestos unos jeans color azul marino, una blusa blanca sin mangas, chaqueta de mezclilla azul marino y unos botines negros de tacón bajo, mientras su cabello estaba recogido en su clásica coleta alta; y como tercer lugar y más notorio era aquella imponente armadura de dos metros de altura que los acompañaba, por supuesto que nadie de esa región había visto algo semejante, les causaba extrañeza y curiosidad.

El joven permaneció callado observándolos por un momento, primero posó sus ojos en la enorme armadura, después movió su vista hacia el chico rubio de baja estatura (porque efectivamente, Edward seguía midiendo 1.49 mts de estatura) que tenía un semblante bastante serio, y finalmente a la chica que los acompañaba, fue ahí donde su vista se detuvo por más tiempo, ya que era realmente hermosa: tez blanca, ojos azules, cabello rubio y un cuerpo curvilíneo que seguramente muchas de las delgadas chicas japonesas envidiarían, lo que lo sacó de su transe fue el resoplido molesto del pequeño muchacho que ahora lo miraba con el ceño fruncido, posiblemente enojado con él por el modo en que se quedó mirando a la chica.

Una vez asimilada la primera impresión el joven sacerdote decidió presentarse — Buenas tardes, mi nombre es Kentaro Higurashi, sacerdote de este templo y será un placer para mí guiarlos en su recorrido — concluyó la frase de presentación esbozando una gran sonrisa. Alphonse, Edward y Winry contestaron el saludo y procedieron a caminar hacia el interior del templo siguiendo de cerca a su guía.

El interior del templo parecía ser más una tienda de curiosidades que un santuario, los chicos observaban repisas abarrotadas de amuletos, pergaminos y algunas otras extrañas antigüedades entre las que se encontraban partes disecadas de algunos demonios. El joven sacerdote les mostraba una a una las piezas de su exhibición como si se tratase del recorrido de un museo, mientras que el rostro de fastidio de Edward era evidente. Sólo hasta que el chico comenzó a narrar la leyenda de la perla de Shikon, fue cuando acaparó la completa atención del rubio alquimista.

— La perla de Shikon, también conocida como la perla de las cuatro almas — inició Kentaro con su narración — Fue nombrada así porque está conformada por las cuatro cualidades que debe poseer el alma humana: Arami Tama (el valor), Nigimi Tama ( la amistad), kushimi Tama ( la sabiduría) y Sakimi Tama ( el amor) ... — los tres asintieron en señal de que lo estaban escuchando y el joven continuó — La joya fue creada como resultado de la batalla entre la gran sacerdotisa Midoriko y un demonio llamado Magatsuhi. Tras una larga lucha, ella reunió las almas de todos los demonios que se encontraban a su alrededor y los purificó. Antes de morir utilizó sus últimas energías para sellar su alma y la de los demonios dentro de la perla de Shikon que emergió de su pecho. Se dice que esta perla fue muy codiciada tanto por demonios como por humanos, debido a su increíble poder y porque poseía la capacidad de conceder un deseo a quien la poseyera — concluyó el joven mostrando un amuleto de tela con una imitación de la perla colgando en el extremo inferior — Ahora si me acompañan les mostraré el Goshimboku, mejor conocido como el árbol sagrado — continuó caminando y los demás lo siguieron.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora