Capítulo 43: La razón es que te amo

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- Discutiendo no vamos a llegar a ningún lado, ¿Qué te parece si arreglamos esto en un duelo? - propuso el alquimista cruzando los brazos - ¿Qué dices? ¿Aceptas mi desafío? ¡O te piensas acobardar! - mencionó con sorna.

Inuyasha sonrió con suficiencia - ¡No soy ningún cobarde! ¡Acepto tu desafío! - respondió confiado de que ganaría.

- Tu especialidad es la lucha con espadas, así que el duelo será de espadas - Alphonse aplaudió y del suelo hizo surgir una gran espada como las veces anteriores recubierta de fibra de carbono extraído del sustrato del suelo y caminó varios metros alejándose del grupo.

Inuyasha lo siguió y tomó a Colmillo de Acero transformándola en la colosal espada de siempre. Pronto ambos contrincantes adoptaron pose de combate esperando a que uno de los dos lanzara en primer ataque.

«Esto es malo, debo hacer algo para detenerlos, este no será un simple combate de entrenamiento» pensó Aome horrorizada ante la idea de que esos dos lucharían en serio intentando matarse. Sus demás compañeros ignoraban ese hecho, así que tomaron el asunto con naturalidad quedándose atentos a observar la batalla.

Inuyasha al ser el más impulsivo fue el primero en arremeter contra el alquimista que ya lo esperaba con la guardia en alto, el sonido metálico del choque de espadas resonó en todo el lugar, los impactos continuaron de manera incesante, ambos eran fuertes y veloces, apenas lograban verse los destellos de metal de ambas espadas al surcar el aire para volver a encontrarse sin darse tregua entre sí.

«A pesar de tener un cuerpo tan grande se mueve con agilidad y tiene la técnica de un samurai para dominar la espada, no será un oponente fácil» pensó Inuyasha arremetiendo con Colmillo de acero aplicando su fuerza sobrehumana para tener ventaja en la batalla.

«Se nota que aprendió a luchar por sí solo, no tiene estrategia de combate, al parecer se deja llevar por sus instintos pero lo compensa con fuerza bruta, no debo bajar la guardia» Alphonse analizaba la manera de luchar del hanyo puesto que era la primera vez que ambos se enfrentaban.

Aome temblaba de los nervios, un mal presentimiento se arraigó en su pecho, nadie lo notó puesto que su atención estaba enfocada en la batalla.

- ¡Señorita Aome está temblando! - comentó la pequeña Rin quien permanecía tomada de su mano, eso llamó la atención de los demás que miraron con extrañeza la expresión de terror marcada en su rostro.

- ¡Aome por Dios! ¡¿Qué te pasa?! - exclamó preocupada Sango.

La sacerdotisa salió de su estupefacción al escuchar la voz de su amiga - Por favor... ¡Debemos detenerlos antes de que se maten! - exclamó dejando atónitos a sus compañeros.

- ¡¿Pero qué dices Aome?! - preguntó Edward con incredulidad.

- ¡Digo la verdad! ¡Van a matarse! - gritó en esta ocasión - ¡Debemos detenerlos!

- Señorita ¿Pero qué motivos podrían tener para matarse?... no comprendo - expresó Miroku.

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- Será mejor que nos alejemos de este lugar, no podemos luchar con toda nuestra fuerza sin el riesgo de herir a alguien ¿Qué dices? - le sugirió Alphonse al hanyo.

- Entonces será mejor internarnos en el bosque - respondió Inuyasha.

Ambos emprendieron una carrera al interior del bosque, Inuyasha corriendo con gran agilidad y Alphonse desplazándose mediante columnas de tierra serpenteantes, lo hicieron durante una distancia de unos dos kilómetros y se detuvieron en un claro del bosque.

- Anoche Aome me detuvo de acabar contigo, pero ahora estamos solos tú y yo - espetó el alquimista con rencor.

- Pues anoche yo estaba en desventaja porque era humano, pero ahora tengo todo mi poder así que dudo que puedas hacerme algo - lo retó Inuyasha - Voy a vencerte para que dejes de estar de entrometido entre ella y yo.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora