Capítulo 4: Presentaciones (primera parte)

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Caminaba por el bosque siguiendo de cerca a aquel ser que se escondía entre la maleza, intentaba ser sigiloso, algo bastante difícil para una enorme armadura de dos metros de altura hecha de acero. Ya había recorrido quizá un par de kilómetros lejos del pozo donde se separó de Edward y Winry, afortunadamente por su gran peso quedaron huellas impresas en el suelo que después podría seguir para regresar, se aproximaba hacia un claro y se preparó para enfrentar lo que fuera que estaba persiguiendo, pasaron varios segundos de incertidumbre hasta que "eso" se movió y salió de entre los arbustos.

Alphonse suspiró aliviado al comprobar que sólo se trataba de un niño que sostenía entre sus manos un leño para defenderse, el pequeño de tal vez unos diez años de edad lucía asustado y miraba continuamente a su alrededor, pues se había percatado de que alguien lo venía siguiendo—¿Quién anda ahí?, le...le advierto que sé pelear...y...y no le te...tengo miedo a nadie...—decía con voz temblorosa.

Alphonse decidió salir de entre los arbustos, lo hizo despacio para no asustar más al pequeño—tranquilo, no te asustes, soy una buena persona, no te haré daño—pronunció con calma esperando que el niño se tranquilizara.

—E... entonces ¿no me hará daño?— preguntó con cierto temor y al recibir un asentimiento de la enorme armadura se acercó hacia él, ahora con un leve toque de curiosidad—¿usted es un samurái?, porque nunca había visto una armadura tan extraña como la que usted trae— los ojos del niño brillaban de asombro y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Mmm...si, eso es, soy un samurái y mi armadura es una de las más antiguas que existen, por eso no habías visto una así—le pareció que era mejor que el niño creyera eso, sólo se trataba de una inocente mentirilla— y dime ¿por qué estabas solo en el bosque?— sabía que era un lugar peligroso, sobretodo para un niño.

—En realidad estaba buscando ayuda pero me perdí, mi mamá resbaló por una colina y tiene una herida en la pierna que está sangrando mucho, señor por favor ayude a mi mamá— suplicaba el pequeño y sus ojos castaños amenazaban con derramar lágrimas.

—¡Vamos!, dime donde está tu mamá, yo puedo curarla— el niño comenzó a correr y Alphonse lo seguía, pronto llegaron al pie de una colina, en el lugar una mujer yacía tendida sobre el césped, estaba consciente pero su semblante era claramente de dolor, el alquimista rápidamente se acercó para auxiliarla, estaba a punto de sacar los kunais que usaba para la alkaestria y que ocultaba en el interior de su brazo izquierdo, cuando la expresión de la mujer cambió completamente, una sonrisa sádica se formó en sus labios, cosa que desconcertó a Alphonse, giró la vista hacia el niño que lo acompañaba y tenía la misma expresión que la mamá, retrocedió algunos pasos cuando vio que la mujer se ponía de pie con suma facilidad, dando a notar que nunca estuvo herida.

Pronto la piel de ambos personajes parecía estar ebullendo y en cuestión de segundos sus cuerpos comenzaron a crecer desmesuradamente hasta transformarse en dos gigantescas mantis de diez metros de altura.

Para Alphonse no había otra explicación— homúnculos cambiaformas— susurró para sí mismo, recordaba la transformación de Envidia en ese monstruo reptil gigantesco, este era un caso similar, sólo que ahora estaba solo y tenía a dos enemigos a quienes enfrentar, sería todo un desafío.

—Serás nuestra comida humano— mencionó la mantis que antes había sido aquella mujer y se lanzó al ataque con una de sus afiladas extremidades superiores. Alphonse esquivó el ataque únicamente por unos centímetros al saltar hacia su costado derecho, más tuvo que agacharse inmediatamente pues la cuchilla de la segunda mantis pretendía partirlo por el torso. No contaba con mucho tiempo para pensar en un ataque, simplemente aplaudió, tocó el suelo e inmediatamente un pilar rectangular de tierra surgió del suelo bajos sus pies, ayudándole a impulsarse varios metros lejos de sus oponentes. Necesitaba ganar algo de tiempo para idear una estrategia para vencerlos.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora