Alquimistas en el Sengoku

Capítulo 9: El comienzo del viaje

Después de una hora de haber suministrado el antídoto y el antipirético, por fin cedió la fiebre del chico y recobró la conciencia. Aome le recomendó reposo por un par de días y se despidió del padre y la hermana del adolescente, quienes en agradecimiento le regalaron una canasta llena de frutas, pues ella se negó a recibir dinero como pago.

Entró a la cabaña de la anciana Kaede, al parecer nadie regresaba aún, los únicos que estaban ahí eran los hermanos Elric. Notó que estaban usando su laptop, situación que le molestó bastante, se acercó a reclamarles, pero se detuvo al escuchar la conversación que mantenían sobre las muertes de los alquimistas estatales a manos del ejército Nazi. Ahora comprendía por qué en su época nunca escuchó sobre la alquimia, los alquimistas y todos sus conocimientos desaparecieron durante la segunda guerra mundial. Salió de su ensimismamiento cuando escuchó a Edward decir que la solución para evitar todo eso sería eliminar a Adolf Hitler y la risa maniaca que soltó después.

Observó como Alphonse intentaba infructuosamente hacer reaccionar a su hermano, así que decidió actuar. Se interpuso entre los dos hermanos y, sin previo aviso le soltó una fuerte bofetada a Edward. El alquimista se quedó callado inmediatamente y la miró a los ojos sin decir nada, ella lejos de sentir furia, sintió pena por él, pero tenía que hacerlo recobrar la razón.

— Edward ¿crees que asesinando a Hitler evitarás la guerra? ¡no seas ingenuo!— su voz era severa— el idealismo Nazi fue arraigado en la mente de los líderes alemanes desde su nacimiento, si matas a Hitler alguien más tomará su lugar y el resultado será el mismo.

Edward no respondía, sólo la miraba a los ojos sin manifestar ninguna expresión facial.

— Pero... nosotros vimos todas esas muertes y la destrucción de nuestra nación— fue Alphonse quien habló— debemos hacer algo para evitar esa masacre.

Aome dirigió la vista hacia él— por eso les dije que no era conveniente que supieran demasiado sobre su futuro, deben dejar que la historia continúe su curso y no interferir.

— No podemos hacer eso, ponte en nuestro lugar, ¿qué harías si tu nación se ve amenazada?

— Al... - suspiró— al final de la segunda guerra mundial, en 1945 dos bombas atómicas fueron lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagazaki, la mitad de la población de Japón murió a causa de eso— sus ojos comenzaban a nublarse por la lágrimas que se negaba a soltar— ¿acaso crees que no me duele la muerte de tantas personas inocentes?, pero el futuro que conozco, donde las naciones viven en paz, se forjó después de eso. Tal vez soy demasiado egoísta, pero conozco mis limitaciones y ustedes al igual que yo son humanos, ¿qué pueden hacer ustedes dos contra el idealismo de toda una nación?, si intentan enfrentarse al ejército Nazi, serán los primeros en ser ejecutados. Pongan los pies sobre la tierra por favor, mejor continúen con su meta de recuperar sus cuerpos y, cuando lo logren, sean felices y vivan una vida plena.

Alphonse se quedó callado, era verdad, ¿que podrían hacer dos chicos contra el mundo?, ellos odiaban la guerra y todo lo que tuviera que ver con el ejército, si nunca hubieran hecho la transmutación humana, ahora tendrían una vida sencilla y feliz en Resembool y Edward jamás se habría visto en la necesidad de convertirse en un perro del ejército. Además si se presentaban frente al Fuhrer y le contaban sobre lo que pasaría en el futuro, los más seguro era que no les creyera y los tomara como enfermos mentales. Pasar el resto de sus días dentro de un manicomio no entraba en sus planes.

— Gracias...— fue apenas un susurro pero lo escucharon perfectamente, era la voz de Edward— gracias Aome por hacerme recapacitar, tienes razón en todo lo que acabas de decir, debemos continuar con nuestra meta y no interferir en el curso de la historia— comentó con un dejo de tristeza en la voz.