Capítulo 10: Contratiempos

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Tras un breve descanso para comer las sopas instantáneas que Aome traía en su mochila, el grupo conformado por los alquimistas y los sagrados reanudó el viaje, el ambiente entre los cuatro era agradable y las pláticas bastante entretenidas, poco a poco iban conociéndose mejor y consolidando la confianza entre ellos. No faltaban las risas a causa de las anécdotas que contaban y de vez en cuando había una bofetada al monje propinada por Aome, a causa de no saber mantener las manos quietas.

Por la tarde Edward hizo gala de sus habilidades como cazador atrapando dos conejos con trampas que él mismo elaboró, cenaron y nuevamente durmieron dentro de una cabaña que Alphonse transmutó y fuera de la cual haría vigilancia por la noche.

Al amanecer, Aome se despertó sobresaltada, haciendo que Miroku y Edward también se despertaran- chicos, hay un fragmento de la perla cerca de aquí- mencionó inmediatamente- pero siento que se aleja con rapidez.

- Debemos darnos prisa- contestó Edward dirigiéndose al exterior donde se encontraba su hermano- ¡Al!- gritó- Aome detectó un fragmento de la perla, debemos ir por él.

- Sí hermano- Alphonse se puso de pie de inmediato, Aome y Miroku ya se encontraban junto a ellos.

- ¿Pero cómo podremos seguir al demonio que lleva el fragmento?, no tenemos en que transportarnos y a pie no vamos a lograrlo- dijo Miroku.

- Eso no será problema- respondió Edward con una sonrisa de suficiencia- viajaremos al estilo de los alquimistas- miró a Alphonse y éste asintió en comprensión a lo que su hermano decía- Aome ven conmigo y tú Miroku ve con Al- ambos obedecieron al instante, los hermanos Elric se hincaron con una rodilla sobre el suelo y la otra flexionada en alto- ahora Aome híncate detrás de mí y sujétate con fuerza de mi cintura, Miroku haz lo mismo con Al- los dos se sujetaron con fuerza a los alquimistas, éstos aplaudieron y al tocar el suelo surgieron rápidamente columnas de tierra bajo sus pies, que como si fuesen serpentinas se deslizaban sobre el paisaje con una velocidad increíble, y una vez que una columna se agotaba, harían surgir una nueva. Edward y Aome iban al frente, pues ella era quien indicaba el camino, Alphonse y Miroku les seguían de cerca.

El viaje era demasiado agitado debido a las subidas y bajadas serpenteantes de las columnas de tierra, menos mal que Aome ya estaba acostumbrada, la sensación era similar a cuando viajaba sobre la espalda de Inuyasha. Quién realmente la estaba pasando mal era el monje, que entre tanta agitación se encontraba muy mareado, internamente agradecía no haber desayunando o de lo contrario hubiera vaciado el contenido de su estómago sobre la espalda de Alphonse.

- Ya estamos cerca, debemos tener precaución, siento un aura demoníaca muy poderosa- mencionó Aome.

- Entonces es mejor continuar lo que falta de camino a pie- respondió Edward- una vez aterrizó la columna en la que se trasladaban se quedaron parados, Miroku y Alphonse no tardaron en unírseles.

- Siento una fuerte presencia demoníaca- dijo Miroku- lo mejor será armar una estrategia antes de atacar.

- Estoy de acuerdo- contestó Alphonse.

- Tal vez lo mejor será atacar por ambos flancos al mismo tiempo, por el lado derecho Al y Miroku, y por el izquierdo Aome y yo, así no le daremos oportunidad de contraatacar- comentó Edward.

- Entonces en marcha- dijo Aome.

Sin perder más tiempo, se separaron y con sigilo avanzaron por diferentes caminos hasta llegar donde se encontraba el demonio, los árboles eran de gran utilidad para esconderse, sin embargo el monstruo estaba en un claro, se trataba de una gigantesca serpiente cobra de unos treinta metros de longitud, que engullía entero el cuerpo de un venado que acababa de cazar. El espectáculo era grotesco, el monstruo con las fauces completamente abiertas tragando al animal, que segundos más tarde se notaba como un bulto sobresaliente dentro del cuerpo de la serpiente.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora