Capítulo 28: Momento de paz

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— ¿Entonces dices que no pudiste completar la misión que te encargué porque Inuyasha y el humano rubio interfirieron?

— Así es Naraku, yo secuestré a los protegidos de Sesshomaru pero esos dos me atacaron y se los llevaron — alegó Byakuya en su defensa.

— ¡Eres un inútil, debí hacerlo yo mismo! — el enojo de Naraku era notable, su plan de controlar a Sesshomaru se frustró por culpa del hanyo y su acompañante, además la expresión de desenfado de Byakuya le molestaba de sobremanera.

— Pero al menos obtuve algo que te puede ser de utilidad — Byakuya sacó de entre su haori un pequeño libro y se lo dio a Naraku — este libro pertenece al humano rubio, lo encontró una de tus avispas y me lo entregó, tal parece que ahí están escritos los secretos del poder que utiliza para manipular los elementos, pude darme cuenta porque leí unas cuantas páginas.

Naraku tomó el libro y comenzó a hojearlo, contenía información sobre los elementos, fórmulas químicas y una serie de ilustraciones de intrincados círculos de transmutación «Hay muchas cosas que no comprendo de lo que viene aquí escrito, pero será interesante descifrarlo» una sonrisa de suficiencia se manifestó en su rostro «Si logró entender y dominar ese poder seré invencible» — Puedes irte Byakuya.

— Con tu permiso Naraku — mencionó para salir del lugar.

— ¿De qué es ese libro? — preguntó Akaicho desde la esquina de la habitación, permanecía sentada sobre el futón donde momentos antes ella y Naraku dieron tienda suelta a sus bajos instintos, cubriendo su desnudez con una delgada manta.

— Esta es la llave para convertirme en un ser perfecto.

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Tras la partida de Inuyasha y Edward rumbo a la aldea de Enju, Winry se quedó dentro de la cabaña cuidando a sus compañeros mientras Alphonse y Shippo salieron a conseguir alimentos para cuando despertaran. Regresaron un par de horas después trayendo consigo algunas frutas silvestres y tres conejos que Winry y Shippo se hicieron cargo de limpiar y asar en la fogata al exterior de la cabaña.

La primera en despertar fue Sango, tardó un momento en desperezarse, curiosamente se sentía bastante bien, el cuerpo no le dolía gracias a que el poder curativo de la alkaestria de Alphonse había sanado sus heridas. Una vez que fue consciente de su entorno vio que Aome dormía a su lado y un poco más lejos estaba Alphonse sentado cuidándolas, a su mente vinieron los recuerdos de su lucha contra las marionetas de Naraku — Alphonse ¿Qué fue lo que pasó en la batalla? — preguntó con preocupación.

— Es una larga historia, pero en resumen Naraku y sus dos extensiones lograron escapar, Aome y tú resultaron heridas, y Miroku y Kouga fueron manipulados por un hechizo volviéndose en nuestra contra.

— ¡¿Su excelencia se volvió enemigo?! ¡¿Dónde está?! — la angustia se apoderó de ella.

— Allá — señaló Alphonse el otro lado de la cabaña — sólo te advierto que no debes liberarlo, es muy peligroso en esas condiciones.

Sango miró el lugar que Alphonse señaló, en efecto Miroku y Kouga se encontraban en ese sitio, inconscientes y atados con cadenas, se puso de pie y corrió hacia el monje, se horrorizó al verlo atado como un prisionero y con una flecha atravesándole el brazo derecho, las lágrimas no tardaron en inundar sus ojos y resbalar por sus mejillas — Su excelencia, no soporto verlo así — sollozó, se hincó frente a él y depositó un suave beso sobre sus labios. No podía hacer nada para ayudarlo en ese momento, así que resignada se levantó y secó sus lágrimas. Detrás de Miroku vio a Kouga, tenía el torso desnudo y una flecha le atravesaba el corazón, abrió los ojos de sobremanera por la impresión — ¡¿Aome hizo eso?! ¡¿Mató a Kouga?! — no lo podía creer, no de Aome.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora