Capítulo 16: El metal también siente

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Ya era un nuevo día, el amanecer transcurrió con rapidez y pronto sería medio día, Alphonse observaba el tranquilo dormir de Aome que yacía recostada en su saco de dormir al interior de la cabaña improvisada a mitad del bosque.

El día anterior logró llegar a la cabaña ya anocheciendo, su hermano y sus amigos aún dormían dentro de la carreta que venía jalando, cargó a uno por uno y los llevó al interior de la cabaña sin despertarlos, encendió la chimenea y se dispuso a sanar las heridas de Aome, para eso buscó dentro de la maleta de Edward el juego de kunais que traía de repuesto y los colocó alrededor de la chica que aún permanecía dormida, luego aplaudió y tocó el círculo de kunais para activarlo y como por arte de magia las heridas y raspones se desvanecieron por completo, así como la inflamación por la lesión del hombro. Era increíble que la chica no se hubiese despertado por la reacción alquímica, realmente debía estar agotada. Finalmente se sentó cerca de ellos para cuidarlos toda la noche.

Edward y Miroku despertaron al amanecer. Ed sacó ropa de su maleta, eligió otra camisa negra de manga larga y se la colocó ya que traía el torso desnudo bajo el abrigo. Después sacó un pantalón de cuero igual al que traía puesto y una camiseta sin mangas de color negro, usó su alquimia para expandir el tamaño de las prendas, aunque implicara que el material terminara adelgazándose un poco y se los entregó a Miroku. El monje no puso ninguna objeción y se vistió con la ropa que Edward le dio, era una sensación extraña vestir con ropas ajustadas cuando estaba acostumbrado a usar una túnica, pero no se quejaba, era mejor que andar desnudo y además la ropa que el alquimista le dio hacía resaltar bastante bien su atlética figura, de seguro con esa ropa más de una fémina posaría sus ojos en él, sonrió ante ese pensamiento.

Ambos decidieron salir a conseguir alimentos, no habían comido nada desde el día anterior y el hambre era insoportable. Aome aún no despertaba y era lógico, después de todo ella fue quien llevó el mayor desgaste de energía durante la batalla, así que la dejaron bajo el cuidado de Alphonse.

El sol ya estaba en lo alto y sus rayos se filtraban con fuerza a través de la ventana de la cabaña, Edward y Miroku todavía no regresaban, las únicas que entraron fueron las dos serpientes caza almas que sujetaban algunas manzanas con sus patas para alimentar a su ama, pero al ver que continuaba dormida las dejaron en el suelo cerca de ella, luego revolotearon un par de veces alrededor de Alphonse quizá encargándole que cuidara de Aome y se desvanecieron en el aire pues ya habían cumplido con su misión.

Alphonse observaba a Aome mientras dormía, era la primera vez que tenía la oportunidad de verla así debido a que siempre había montado guardia al exterior durante las noches, se veía tan tranquila y hermosa, porque sí, él había notado su belleza desde el día en que la conoció, pero ahora podía observar sus facciones con mayor detalle: su largo cabello negro seguramente sedoso al tacto que contrastaba con su nivea piel, unas negras y tupidas pestañas que enmarcaban a la perfección esos expresivos ojos castaños que ahora se encontraban cerrados, una fina nariz y unos labios carnosos y sonrosados que invitaban a ser besados.

Alphonse se sorprendió ante el rumbo que estaban tomando sus pensamientos, nunca antes había tenido un interés tan profundo por una mujer, era verdad que de pequeño peleó con su hermano por quién de los dos se casaría con Winry, pero eran sólo niños y con el tiempo se dió cuenta de que en realidad quería a Winry como a una hermana. Más tarde cuando conoció a May sintió una gran conexión con ella y ésta se reafirmó durante el tiempo que estuvieron entrenando juntos en Xing, pero aunque conocía el amor que la chica le profesaba, decidió no avanzar con ella más allá de una amistad porque su código moral no se lo permitía, May era menor que él y temía que lo tacharan de pedófilo, incluso llegó a pensar en esperar a que transcurrieran unos años más para por fin proponerle iniciar una relación sentimental, quizás en ese tiempo ya habría logrado recuperar su cuerpo.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora