Alquimistas en el Sengoku

Capítulo 33: Te dejo en libertad

Tomó la flecha de su carcaj, la tensó en el arco, estrechó los ojos para enfocar su objetivo y la soltó. Era la quinta flecha que lanzaba y al igual que las cuatro anteriores había dado justo en el centro de la diana que dibujó con tiza en el grueso tronco de un árbol. Tomó otra flecha y repitió la misma acción, no necesitaba practicar, su puntería era perfecta, no había errado ni una sola vez, pero necesitaba mantenerse ocupada en algo para no estallar en un mar de emociones encontradas : amor, tristeza, desilusión, dolor, frustración, celos, ira, odio... sentía todo a la vez y no podía lidiar con ello.

"... Naraku asesinó dos veces a la única mujer que en verdad he amado y amaré por el resto de mi vida..."

"... la única mujer que en verdad he amado y amaré por el resto de mi vida..."

"... la única mujer que en verdad he amado y amaré por el resto de mi vida..."

De manera cruel y dolorosa su propia mente le jugaba una mala pasada al repetirle una y otra vez las palabras que mencionó Inuyasha en su conversación con Edward, más a pesar de todo era consciente de que ni Inuyasha ni Kikyo eran culpables de su pesar, aunque no quisiera aceptarlo la única culpable era ella misma por haberse enamorado de un hombre que jamás correspondería a sus sentimientos. Desde un principio sabía que él amaba a Kikyo, Inuyasha nunca le mintió respecto a eso, ni tampoco le hizo alguna promesa de amor que alentara sus ilusiones. Fue ella quien insistió en permanecer a su lado albergando la esperanza de que algún día él se fijara en ella, esperanza que acababa de morir minutos atrás, una sonrisa amarga se formó en sus labios mientras tensaba una nueva flecha en su arco.

"... la única mujer que en verdad he amado y amaré por el resto de mi vida..."

Continuó repitiéndose en su mente la misma desgarradora frase, sacando fuerzas de flaqueza luchó porque las lágrimas no se formaran en sus ojos, «Ya no quiero llorar por un imposible» estiró con mayor fuerza la cuerda del arco y enfocó la diana...

- Aome ya basta por favor - la voz de Sango se escuchó a sus espaldas.

Escuchar a su amiga le hizo perder la concentración y la flecha erró su trayectoria por unos centímetros incrustándose en el círculo medio de la diana, suspiró con desgano y bajó sus arco para voltear a ver a Sango, caminó con lentitud hasta quedar frente a ella - Necesito un abrazo - dijo con voz de súplica.

La exterminadora no dijo nada y se limitó a abrazar con fuerza a Aome, permanecieron por varios segundos abrazadas en silencio y después se sentaron juntas bajo la sombra de un árbol, Aome recargó su cabeza sobre el hombro de Sango y tomó valor para hablar.

- Me rindo Sango, ya no puedo más - dijo con voz cansada.

- Suéltalo Aome, necesitas desahogarte - dijo pasando un brazo alrededor de los hombros de su amiga expresándole su apoyo.

- Me doy por vencida con Inuyasha, me cansé de luchar para ganarme su corazón, él nunca dejará de amar a Kikyo.

- Tal vez suene duro, pero ya era tiempo de que reaccionaras, hay ocasiones en que rendirse es la mejor decisión, no debes aferrarte a un amor no correspondido que sólo te hace sufrir.

-Tienes razón, en el fondo siempre supe que mi amor por Inuyasha no tenía futuro, pero quise albergar la esperanza de que con el tiempo él llegaría a amarme, fue un gran error porque ahora me doy cuenta de que el amor no se puede forzar, es un sentimiento que nace de forma espontánea, simplemente se ama o no se ama, y en mi caso yo lo amo, pero él a mí no.

- ¿Y qué es lo que piensas hacer a partir de ahora?

- Lo que debí haber hecho desde hace tiempo... dejarlo ir - suspiró - En mi época hay una frase muy popular que dice: "Si amas algo déjalo libre, si regresa es tuyo, si no nunca lo fue". Dejaré libre a Inuyasha, aunque estoy segura de que no regresará porque nunca fue mío. Es momento que deje ir el amor que siento por él y comience a quererlo sólo como a un amigo.