Capítulo 19: Luna negra (segunda parte)

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Naraku observaba el espectáculo desde las alturas, tendría la batalla ganada en pocos minutos y no sería necesario ensuciarse las manos, la horda de demonios harían el trabajo por él. Desde el primer instante advirtió sobre la condición de Inuyasha «Así que se vuelve humano con la luna nueva, bueno en realidad ya no importa porque morirá pronto» sonrió de lado «Después de esto el único obstáculo que me quedaría es Aome, ahora que tiene el poder de Kikyo es una amenaza para mí, debo encontrarla y acabar con ella» .

Sango lanzaba el hiraikotsu una y otra vez partiendo los cuerpos de los demonios que se acercaban a atacar; Kouga emitía poderosos zarpazos con el Goraishi mermando la cantidad de monstruos; Winry y Shippo permanecían juntos recargados contra la pared de roca de la peña, mientras Inuyasha al frente de ellos cortaba con la katana a uno que otro monstruo que lograba escapar de los ataques de Sango y Kouga, por suerte eran demonios débiles y el arma se encontraba bastante afilada gracias a la reparación que Edward realizó con su alquimia.

Pasaron los minutos y la cantidad de demonios disminuyó considerablemente, pero también el cansancio era notorio entre los guerreros, sobretodo en Inuyasha y Sango. Kouga poseía mayor resistencia al ser un demonio, él podría acabar solo con el resto, pero no era lo que le preocupaba, el olor de Naraku en aquel lugar era intenso, el tipo debía estar cerca observándolos.

«Ese maldito siempre juega sucio, estará esperando hasta que estemos cansados y débiles para aniquilarnos» pensaba Kouga al momento que continuaba asesinando demonios a diestra y siniestra.

Tal y como lo predijo Kouga, Naraku hizo su aparición una vez que exterminaron a todos los demonios menores, levitó frente a ellos con una sonrisa socarrona — Así que el siempre arrogante Inuyasha no es más que un simple y débil humano humano en este momento — aterrizó y caminó en dirección a Inuyasha ignorando a sus demás acompañantes.

Sango y Kouga lanzaron ataques contra él pero fueron repelidos con facilidad por su barrera de protección. Inuyasha permaneció inmóvil en su lugar con los dientes apretados por la rabia y la impotencia de no tener sus poderes demoníacos y poder enfrentarlo en ese momento «¡Maldito bastardo, pero no creas que me dejaré asesinar por ti tan fácilmente» Inuyasha sujetó la katana con ambas manos y apuntó hacia Naraku con ella, al menos moriría con honor luchando hasta el último aliento.

Dos tentáculos surgieron de la espalda de Naraku; el primero se enredó alrededor de la Katana de Inuyasha arrebatándosela al instante — Parece que tu espada es inútil cuando eres humano, ni siquiera puedes transformarla — Se mofó y lanzó la espada varios metros lejos de él; el segundo tentáculo se curvó para golpear a Inuyasha en el abdomen como si fuese un látigo y estrellarlo de espaldas contra la pared de roca, siendo el impacto tan fuerte que Inuyasha escupió sangre y quedó aturdido con la espalda apoyada en la roca — ¡Estúpido, me has causado muchos problemas, pero haré que te arrepientas de haber nacido, te torturaré hasta que me supliques que te mate! ¡Jajaja!

Kouga y Sango arremetieron de nuevo contra Naraku, pero con esa barrera era intocable, sus ataques eran infructuosos y a ese paso Inuyasha sería asesinado frente a sus ojos.

— ¡Cómo molestan ustedes dos! — dijo Naraku lanzando al aire varias horquillas de madera con un largo cabello negro atado a cada una. Las horquillas se transformaron en marionetas ataviadas con una capucha de piel de mandril, no se molestó siquiera en contarlas, quizás eran veinte o treinta, eso no tenía importancia para él, lo único que deseaba con ahínco era torturar a Inuyasha hasta que perdiera su último aliento de vida — ¡Acaben con ellos! — ordenó a las marionetas que al instante desplegaron largos tentáculos para atacar a los susodichos.

Ambos guerreros hacían lo que podían para esquivar los ataques pues cortar los tentáculos resultaba contraproducente ya que cada tentáculo cortado liberaba miasma. Aunque el cuerpo de Kouga tenía gran resistencia no era inmune al veneno, y Sango a pesar de estar usando su mascarilla podía sentir el ardor sobre su piel a consecuencia de que el miasma comenzaba a quemarla, Kirara también se debilitaba poco a poco, sus movimientos eran más erráticos.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora