Capítulo 6: El misterio tras la piedra

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No tardaron mucho en llegar a la aldea, donde el peculiar grupo llamaba notoriamente la atención de la gente que ahí habitaba. Ahora se habían integrado dos jóvenes de cabello rubio y un hombre con una armadura enorme, si intentaran pasar desapercibidos, sería prácticamente imposible.

Al estar frente a la cabaña de la anciana Kaede, Aome fue la primera en anunciarse— abuela Kaede, estamos de regreso y trajimos unos invitados— exclamó al levantar la persiana de bambú y asomar la cabeza al interior.

— Adelante, sean bienvenidos, siéntanse como en casa— la anciana abandonó sus labores en ese momento para recibir a los recién llegados.

Al entrar, Aome tropezó con las tablas rotas del piso, si no fuera por la rápida reacción de Inuyasha de sujetarla del brazo, seguramente hubiera caído de bruces. Los demás entraron rodeando las tablas rotas y sin decir nada, Alphonse se hincó, aplaudió, tocó el suelo y en unos segundos el piso de madera estaba reparado.

Kaede estaba impresionada, ella no había visto la alquimia en acción, mientras los demás observaban tranquilamente la situación. Después de eso los tres nuevos miembros del grupo se presentaron con ella.

Aome se dirigió hacia su mochila y sacó un kit de emergencias, llamó a Inuyasha y procedió a curar sus heridas, aún le sorprendía la rapidez con la que éstas sanaban, de haber sido heridas profundas, ahora sólo eran superficiales, quizá en unas horas no habría ni rastros de ellas.

— Llegaron justo a la hora de la comida— mencionó alegremente Kaede una vez que Aome terminó su labor. Ante una seña de la anciana procedieron a sentarse en seiza alrededor de la mesa y con ayuda de Aome todos recibieron un cuenco del guisado había cocinado. Sólo Miroku no pudo comer puesto que aún seguía inconsciente sobre el lomo de Kirara fuera de la cabaña.

—¡Esto está delicioso!— exclamaba Edward mientras saboreaba el chop suey.

— Tienes razón— respondió Winry al comentario— señora es usted una excelente cocinera.

—En realidad no fui yo quien cocinó, sino Aome.

—¿En serio?, está excelente ¿me pasarías tu receta?

— Por supuesto, más tarde te la anoto.

—¿En verdad está tan delicioso?— preguntó Alphonse, que por obvias razones no había probado la comida de su cuenco. Todos respondieron afirmativamente y entonces sacó una libreta y un bolígrafo— voy a anotarlo en la lista de cosas que quiero comer cuando recupere mi cuerpo.

Tras ese comentario, Aome se dió cuenta de que ese chico buscaba recuperar su cuerpo, le intrigaba saber la historia de los hermanos Elric, no todos los días veías a un jovencito con automail y a una armadura ambulante, pero sabía que tenía que ganarse su amistad y confianza para que le contarán su secreto, mientras tanto decidió unirse a la charla.

—Cuando recuperes tu cuerpo te cocinaré una olla completa de chop suey de pollo para ti solo— agregó con una sonrisa dirigida a Alphonse.

-—¿En serio? ¡Muchas gracias!, ahora estoy aún más ansioso por recuperar mi cuerpo.

Un ligero gruñido de desconformidad se escuchó entre los presentes, al parecer a Inuyasha no le agradaba la amabilidad con la que Aome se dirigía a los hermanos Elric, por culpa de ellos la sacerdotisa no le había hecho caso en mucho rato y eso le molestaba. Sin embargo nadie le prestó atención a su mueca de enfado y continuaron comiendo y conversando amenamente.

— Ed, voy a reparar tu brazo— dijo Winry mientras buscaba las herramientas adecuadas dentro de su equipaje, por su parte Edward procedió a quitarse el abrigo y la camisa negra de manga larga que traía puestos, para quedar con en torso desnudo. Una situación que siempre fue tan normal para él en cada revisión de su automail, en ese instante comenzaba a tornarse incómoda y hasta vergonzosa, al darse cuenta de que tenía las miradas de todos los presentes fijas en su cuerpo. Así era, nadie en el grupo de Inuyasha había visto algo como eso, el chico tenía un brazo mecánico que funcionaba como un brazo real, era simplemente imposible de imaginar. Si bien Aome sí tenía conocimiento de lo que era un automail, jamás había visto uno en persona, solamente en imágenes por internet.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora