Capítulo 40: Nuevas heridas

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Advertencia, este capítulo tiene leve contenido sexual y violencia.
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Inuyasha era consciente de que estaba profanando la pureza del cuerpo de Aome, pero su deseo por poseer a Kikyo era más fuerte que su razón y que su propia voluntad, todo su ser desbordaba lujuria y deseo, más sintiendo en ese cuerpo la calidez que no sintió al acariciar un frío cuerpo de barro. Saborear la piel ligeramente salada por el sudor e inhalar ese femenino aroma a excitación provocaron que su miembro endureciera y palpitara ansioso de entrar en lo más profundo de su interior y embestirla con salvajismo sabiendo que ahora no corría el riesgo de romperla pues este cuerpo de carne y hueso sí soportaría toda su pasión.

La mente de Kikyo se encontraba nublada por tantas sensaciones placenteras, también deseaba sentir y saborear el cuerpo de Inuyasha ahora que sus sentidos estaban al cien por ciento, con desesperación le quitó el haori y lo arrojó a un lado, lo mismo hizo con el kosode dejando al hanyo con el torso desnudo para comenzar a recorrer con sus manos esos bien formados pectorales y abdomen, tratando de memorizar con su tacto cada músculo y provocarle el mismo placer que ella sentía.

Inuyasha ya no podía soportarlo más, las caricias que recibía de Kikyo lo estaban volviendo loco, seguir esperando para poseerla era una tortura, tras varios besos apasionados y caricias sobre sus pechos y vientre llevó las manos hacia el obi de su hakama y lo desató para quitárselo halándolo junto con sus bragas hasta dejarla en completa desnudez. Se relamió los labios al verla de esa manera, sus pechos redondos y firmes, esa diminuta cintura, amplias caderas, piernas torneadas y su intimidad suave y lubricada lista para ser invadida por él, como pudo comprobar al acariciarla con sus dedos teniendo cuidado de no lastimarla con sus garras haciendo que la sacerdotisa arqueara la espalda y emitiera otro sonoro gemido. Se incorporó un poco para desanudar su propio hakama y liberar su erecto miembro grueso y duro cual roca, con cuidado se posicionó de nueva cuenta sobre ella entre sus piernas abiertas y continuó besándola mientras su fuerte pecho se oprimía contra los suaves senos de ella y ambas intimidades se rozaban con ligereza ocacionándoles espasmos de placer.

- Te amo Kikyo... te amo con todo mi ser - le susurró con voz ronca al oído.

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- "Sí, la amo con todo mi ser" - le había dicho Alphonse confesándole sus sentimientos por Aome.

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- "No voy a mentirte, es tal vez una petición egoísta, pero Alphonse es muy importante para mí... es un chico muy especial, tiene un corazón puro, es noble, atento, caballeroso, leal y siempre está dispuesto a ayudar a los demás" - fueron las palabras exactas de Aome cuando le pidió ayuda para traer de regreso el alma de Alphonse.

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Un golpe de culpabilidad invadió su conciencia «Ellos se aman» la lucidez llegó a su mente al descubrir ese hecho «No puedo... no debo hacerle esto a Aome... no puedo entregarle su virginidad a Inuyasha si ella ama a otro hombre, sería la más terrible de las traiciones si lo hago... ella no merece algo así» sintió el glande del pene de Inuyasha rozar la entrada de su vagina listo para penetrarla y, reuniendo toda la fuerza que poseía empujó al hanyo por el pecho haciéndolo retroceder y entre movimientos rápidos y torpes salió de debajo del cuerpo de él para ponerse de pie y vestirse con rapidez.

- ¡¿Pero qué demonios te pasa Kikyo?! - el desconcierto y la frustración estaban presentes en su rostro y su voz.

- ¡Esto no está bien Inuyasha! - respondió con las lágrimas agolpándose en sus ojos - ¡No podemos hacerle esto a Aome! ¡Ella me prestó su cuerpo para cerrar un asunto pendiente, no para que me acostara contigo! ¡Estoy traicionando su confianza! - ya había terminado de vestirse y se limpiaba las lágrimas con la manga del abrigo.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora