Capítulo 3: El hanyo vs el alquimista

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—Ya te lo dije, entrégame el fragmento sino quieres morir— su voz sonaba amenazante, realmente no quería hacerle daño al chico, pero éste se la estaba poniendo difícil al no ceder en lo más mínimo, por el contrario su actitud era desafiante.

—No sé de que maldito fragmento me hablas, ni siquiera sé como es, así que lárgate o te patearé el trasero estúpida quimera— aplaudió transformando su automail en una espada corta y con un segundo aplauso lo recubrió con una capa de fibra de carbono aumentando su resistencia, esta era su propia versión del escudo supremo del homúnculo Codicia y le era posible realizarlo gracias a que había conservado el automail de Briggs, que era de hecho una aleación de metal con polímeros, lo que lo hacía versátil y bastante ligero.

—Me refiero al pequeño trozo de cristal que contiene un gran poder en su interior y que traes contigo.

« Así que sabe que traigo una piedra filosofal... ¡maldición! tendré que pelear en serio, no permitiré que me la quite » frunció el ceño y se dispuso a atacarlo de frente— ¡es mío, no te entregaré nada!— corría a gran velocidad, su propósito era sólo herirlo, él no era un asesino, jamás había matado a nadie y esperaba jamás tener que hacerlo.

—Ya veremos enano— vio que el chico venía hacia él con el propósito de atacarlo con una cuchilla que estaba unida a su brazo. Como su oponente se trataba de un simple humano no vio ninguna necesidad de desenvainar a colmillo de acero, con sus garras sería suficiente para vencerlo, extendió su mano derecha hacia el costado y se preparó para dar el zarpazo— ¡garras de acero!— gritó y arremetió contra el chico, esperaba que éste retrocediera al verlo lanzar su ataque, pero su sorpresa fue mayor cuando interpuso la cuchilla de su brazo y bloqueó su ataque con facilidad, ¡era imposible!, ¿cómo podía ese humano haberlo detenido de esa forma?, sus garras eran sumamente poderosas, podían destruir rocas y troncos de árboles de un sólo zarpazo, pero lograron ser bloquedas por un simple niño.

Tardó unos segundos en salir de su estado de estupefacción y cuando por fin reaccionó, fue para sentir el impacto del puño izquierdo del chico contra su mejilla derecha, acto que lo hizo perder el equilibrio momentáneamente y tuvo que retroceder algunos pasos para recomponerse. Para ser un humano golpeaba bastante fuerte, pero no lo suficiente para dañar a un semidemonio como él, ahora lo que estaba herido era su orgullo, sin pensarlo dos veces desenvainó su espada, está vez si lucharía en serio.

Vió a la supuesta quimera desenvainar una katana vieja y gastada, el arma no parecía ser una amenaza, pero aún así no debía confiarse, pasaron unos segundos y la vieja katana se transformó en una enorme e imponente espada, ¿cómo era eso posible?, eso desafiaba la ley de intercambio equivalente, no entendía lo que sucedía, pero lo mejor era atacar ahora, aplaudió, tocó el suelo y enormes picos de piedra surgieron bajo los pies de Inuyasha tomándolo desprevenido, quien logró saltar antes de ser atravesado por éstos.

—¿Eres algún tipo de hechicero?, ¿cómo puedes manipular la tierra?— preguntó asombrado el hanyo.

—No soy ningún hechicero, soy un alquimista— respondió Edward con arrogancia— el Alquimista de Acero, Edward Elric.

—¡Ke!, no me interesa tu nombre enano, ¿acaso eres uno de los esbirros de Naraku?, porque si es así no tendré compasión de ti, te aniquilaré inmediatamente— acto seguido se abalanzó con su espada contra el alquimista.

Edward era veloz y logró esquivar el ataque saltando hacia su derecha, colmillo de acero terminó impactando contra el suelo.

—Veo que eres rápido, esto se pone emocionante.

—No conozco a ese tal Naraku que mencionas, pero de esta pelea el que saldrá triunfante seré yo, ¿me escuchaste fenómeno de circo?— Edward aplaudió cuando vio que nuevamente Inuyasha se abalanzaba atacarlo, tocó la tierra y rápidamente cuatro paredes triangulares surgieron del suelo, que al unirse formaron un domo de tierra en el que quedó atrapado el hanyo. Ed esperaba que eso bastara para detenerlo, pero escuchó el grito de "¡VIENTO CORTANTE!" y del lugar surgió una increíble cantidad de energía que no sólo destruyó el domo, sino que arrasó con los árboles que se encontraban en su camino y dejó marcadas enormes y gruesas grietas en el suelo.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora