Capítulo 41: Arrepentimiento

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- ¡Maldita Aome me las va a pagar! - masculló Inuyasha todavía adolorido por el rodillazo en los bajos que le dio la sacerdotisa. Cuando el dolor cesó un poco se puso de pie y recargó la espalda contra el tronco del Goshimboku, por eso odiaba convertirse en humano, su cuerpo se volvía más débil y su tolerancia al dolor disminuía. Enfadado y gruñendo por lo bajo recogió su haori y kosode para vestirse, necesitaba refugiarse antes de que algún demonio lo atacara ahora que se encontraba vulnerable, de regresar al la aldea ni hablar, seguramente Aome ya les habría ido con el chisme de lo que sucedió y prefería evitar problemas.

Recordó la ubicación de una cueva cerca de ahí, apresuró el paso hasta llegar a ella y se refugió en su interior, clavó a colmillo de acero para crear una barrera de protección en la entrada y se sentó recargando la espalda contra la pared de roca. Sabía que no lograría dormir recordando lo sucedido minutos atrás, la sangre aún le hervía al pensar que Aome le estuvo mintiendo respecto al alma de Kikyo «Y yo que me preocupé siempre por su bienestar, resulta que ella sólo se burlaba de mí» bufó molesto y cerró los ojos tratando de calmarse. Escasos rayos solares se filtraban en la entrada de la cueva, más en poco tiempo estaría completamente oscuro.

- Amo Inuyasha - pronunció la voz de Myoga desde su hombro, pero sin el entusiasmo que caracterizaba a la anciana pulga.

- ¿Myoga que haces aquí? - hasta ahora notaba su presencia.

- Observé todo lo que ocurrió hace rato entre usted y la señorita Aome - dijo en tono de reproche - Y debo decirle que su padre se retorcería en su tumba si lo hubiese visto actuar de esa manera.

- ¡Ke! Ella se lo merecía por engañarme, yo siempre la he cuidado y protegido y ella me pagó mal - dijo con desprecio.

- Perdóneme que lo contradiga pero yo nunca vi maldad en las intenciones de la señorita Aome, ella quiso protegerlo de más dolor y usted fue el que se desquició a causa de la obsesión que tiene por la señorita Kikyo.

- ¿Obsesión? Kikyo no es una obsesión.

- ¡Claro que lo es!, ella ya murió pero usted se empeña en no aceptar ese hecho y dejarla partir, ¡El que está mal es usted, no la señorita Aome!

- ¡Pero me ocultó la verdad!

- Y si se la hubiera dicho ¿Qué habría hecho usted amo? ¿ Sería capaz de pedirle que renuncie a su vida y le entregue su cuerpo a la señorita Kikyo? ¿No cree que es muy egoísta de su parte pedirle un sacrificio así?, póngase en el lugar de ella ¿Usted se sacrificaría por alguien de quien ella estuviese enamorada?

Inuyasha guardó silencio meditando lo dicho por Myoga, sin darse cuenta una punzada de celos le cortó la respiración de manera momentánea ¿Aome enamorada de alguien más?... no, eso no era posible, estaba seguro de que ella lo amaba sólo a él, sacudió la cabeza para eliminar esa desagradable idea, aunque si hubiese la posibilidad de que Aome amara a otro hombre ¿Él se sacrificaría para que ella pudiera ser feliz? - No, definitivamente no lo haría - esa fue la respuesta que le dio a Myoga.

- ¡Entonces no exija lo que usted no puede dar!

- Está bien Myoga entiendo tu punto, suenas como esos idiotas con lo de la "equivalencia de intercambio".

- Ay amo Inuyasha... - suspiró Myoga con resignación - Es una pena decir que esa "equivalencia de intercambio" no aplica en el amor.

- ¿Y tú qué sabes del amor?

- Más que usted amo, le puedo asegurar. Póngase a pensar en todo lo que la señorita Aome ha hecho por usted en estos dos años sin recibir nada a cambio y dígame ¿Quién termina debiéndole a quién?, ¿O acaso ya olvidó quién lo liberó del sello del árbol sagrado? ¿Quién le ayudó a conseguir a colmillo de acero? ¿Quién ha estado a su lado en las batallas? ¿Quién ha curado sus heridas? ¿Quién le ayudó a tener amigos? ¿Quién lo ha amado de verdad sin importarle que sea un hanyo?

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora