Capítulo 45: Protégela

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Un nuevo amanecer conlleva la promesa de un día más para compartir al lado de las personas queridas, las charlas, risas y anécdotas creaban un ambiente armónico dentro de la cabaña, al menos por unos días podían darse el lujo de relajarse y disfrutar esos bellos momentos que les alegraban la vida, aunque en el fondo sabían a la perfección que esa quietud sólo era el preludio de una fuerte y violenta tempestad que se aproximaba al saber que Naraku seguía allá afuera esperando el momento preciso para volver a aparecer.

- ¡Hermano te hice una corona de flores! - se aproximó Rin a Edward con una gran sonrisa - También le hice una a nuestro hermano Alphonse y a la señorita Aome.

- ¿Eh? - Edward fijó la vista en los susodichos para observar que en efecto ambos traían coronas de flores en la cabeza, una mueca que intentó convertirse en una sonrisa se formó en su rostro, pensaba hacerle burla a Alphonse por lo ridículo que se veía de esa manera cuando el hilo de sus pensamientos fue cortado al sentir que Rin lo jalaba de la solapa del abrigo para obligarlo a agacharse y colocar sobre su cabeza la corona de flores blancas que hizo para él «¡Genial, ahora me parezco a Tinkerbell!» se quejó para sus adentros al pensar en lo afeminado que debía verse, pero no podía hacerle el desaire a la pequeña niña que sonreía con ilusión al verlo, por lo que se vio obligado a forzar una sonrisa para ella - Gracias, es muy linda - sólo con eso la sonrisa de la pequeña se amplió aún más y únicamente por esa sonrisa él mantendría la corona sobre su cabeza.

Precisamente esa mañana Sango, Miroku y Kohaku decidieron viajar por unos días para ir a visitar al monje Mushin, por lo que el grupo se vio reducido a los hermanos Elric, Aome y Rin. A Jaken no lo contaban porque continuaba aislándose de ellos, e Inuyasha después del enfrentamiento que tuvo con Alphonse el día anterior no se había presentado frente a ellos.

Siendo menos los integrantes habían menos labores por realizar, razón para darse el lujo de un día de descanso. Alphonse decidió dedicarle un tiempo a Rin para enseñarle a leer y escribir, y poniendo manos a la obra tomó una libreta y un lápiz comenzando a trazar las letras del abecedario mientras la niña observaba con atención.

- Rin, repite conmigo: A, B, C, D, E... - ella repetía junto con su hermano el sonido de las letras tratando de grabar en su mente también el trazo de cada una.

Edward al ver que su hermano estaba inmerso en su labor de maestro le hizo una señal a Aome para que lo siguiera afuera de la cabaña, ella obedeció y caminó tras él llegando hasta la orilla de la aldea, Ed se sentó sobre un tronco caído siendo imitado por ella quien se sentó a su lado.

- ¿Qué sucede Ed? ¿Por qué tanto misterio? - preguntó con intriga al ver su semblante serio.

- Necesito preguntarte algo importante y quiero que me contestes con la verdad - incluso su tono de voz denotaba seriedad.

Aome lo miró a los ojos, su expresión y el entrecejo fruncido le daban un aire intimidante, si no lo conociera bien podría incluso haber sentido temor ante su mirada, pero por fortuna no era el caso, confiaba plenamente en él - Bien, tienes mi palabra de que responderé con absoluta sinceridad a lo que sea que me preguntes - habló sin titubear.

Edward suspiró con fuerza para volver a mirarla a la cara y preguntar - ¿Recuerdas que hace unos días cuando trajiste de regreso el alma de Al del limbo mencionaste que no permitirías que la Verdad se llevara su alma?

- Sí, fue algo que dije para mí misma pero hablé en voz alta - reconoció.

Edward asintió al escucharla - Lo que me intrigó en ese momento fue que hablaras con tanta familiaridad sobre la Verdad, dime, ¿La has visto o hablado con ella?

- Sí... - respondió con pesar deslizando ambas manos sobre su rostro.

- ¿Pero cómo?... ¡Eso no puede ser posible!... ¡Tú no has hecho un transmutación humana! - sonaba ilógico para Ed, al grado de que su semblante serio cambió a uno de incredulidad y temor combinados.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora