Capítulo 49: Él es mi único hermano

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Se sentía aturdido, yacía recostado sobre el suelo, tenía la vista borrosa y no podía escuchar del todo bien, sólo pequeños ecos a la distancia. Tardó unos segundos en recomponerse y recordar qué era lo que sucedió: se encontraba luchando contra Naraku y Byakuya, atacaba con los rayos destructivos de su espada cuando Naraku acumuló un enorme orbe de energía oscura gracias al poder de la perla de Shikon y lo lanzó en su contra. El choque de ambas energías fue demasiado potente generando una inmensa explosión cuya onda expansiva lo alcanzó rompiendo su armadura y afectando sus sentidos, no pasó a mayores debido a que el campo de protección de Colmillo Sagrado lo salvó de morir.

Sesshomaru se puso de pie con cierta dificultad buscando con su olfato la presencia de Naraku en los alrededores, más lo único que logró captar fue la gigantesca nube de miasma que éste liberó tras la explosión. Con el dorso de su mano limpió los hilos de sangre que escurrían de su nariz y oídos antes de emprender el vuelo en busca del enemigo «Sólo espero que Rin, Jaken y la otra humana hayan podido llegar a la aldea y resguardarse».

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- ¡Sesshomaru! - exclamó Inuyasha al encontrarse con su medio hermano en pleno vuelo.

El mencionado se detuvo al ver al grupo que se dirigía al mismo sitio que él - ¿Ustedes ya se enfrentaron contra Naraku y Byakuya?

- Sí, pero los muy malditos escaparon y por lo visto tú también te enfrentaste a ellos - respondió el hanyo mientras retomaban el vuelo.

Al acercarse hacia la nube de miasma Aome se dispuso a lanzar varias flechas en su dirección hasta lograr purificar una parte del veneno que descendía hacia la superficie amenazando con destruir todas aquellas formas de vida que tuvieran contacto con éste, sin embargo resultó ser demasiado incluso para su poder espiritual - Me quedé sin flechas - dijo bajando su arco.

- No hay problema, yo me haré cargo - contestó Alphonse haciendo aterrizar a Ah-Un y usando unas ramas secas y el metal de uno de sus kunais transmutó varias flechas que le entregó a la sacerdotisa.

- Gracias Al - las recibió con una pequeña sonrisa para guardarlas en su carcaj.

Los demás compañeros también aterrizaron y se pusieron en guardia al sentir una presencia maligna acercándose. No pasó mucho tiempo antes de que Byakuya apareciera con una sonrisa triunfal sosteniendo entre sus tentáculos a Winry y a Rin - ¡Hey alquimista! - se dirigió a Edward - Tú asesinaste a mi hermana Akaicho, ¿Qué te parece si hacemos un intercambio equivalente y yo asesino a las mujeres que más quieres? - la expresión psicópata de su rostro inflingía temor.

Todos en el grupo se sorprendieron al ver quienes eran sus rehenes, no comprendían cómo fue que pudo capturarlas si ellas se habían quedado bajo el resguardo de la barrera. Edward era el más afectado, sin embargo dio varios pasos al frente tratando de mantener la calma - Sólo espero que no me estés engañando con una ilusión - le advirtió a Byakuya.

- Te puedo asegurar que son bastante reales - contestó con sorna.

Edward volteó a ver a Sesshomaru por unos instantes en busca de una respuesta - Son reales - comentó el albino adivinando sus pensamientos. No obstante al igual que el resto del grupo debía abstenerse de atacar a Byakuya puesto que la vida de ambas estaba de por medio.

El alquimista volvió a enfocar la vista en Byakuya - ¡Déjalas libres! ¡Yo fui quien asesinó a tu hermana así que tu venganza debe ser contra mí, ellas no tienen nada que ver! - apretó los puños con impotencia, si Byakuya lo deseaba podría asesinarlas en un instante con sólo ejercer mayor presión sobre ellas con sus tentáculos y romperles los huesos.

- Así te quería ver, derrotado y suplicando por la vida de estas mujeres, pero te tengo una noticia, primero las mataré a ellas y luego iré por ti - comenzó a apretar el agarre sobre ellas provocando que exclamaran gritos de dolor.

Alquimistas en el SengokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora