Lucha de gigantes

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NOTA: El texto en cursiva son hechos en pasado

¿Qué no haríamos por amor? Se habla tanto en su nombre. De su influencia en la vida, en la muerte, en la existencia, en los sentimientos. Podemos expresar la alegría riendo o la tristeza llorando, ¿pero el amor? Es como crear una melodía desde cero que cuando la escuchas por primera vez, te vuelve su esclavo. Como una droga, pero sin antídoto. Sonaba de fondo My Baby Just Cares for Me y la espectacular voz de Nina Simone mientras salía de su baño de espuma. Un par de pasos entre la suavidad de la alfombra y el contraste del mármol y su reflejo desdibujado en el espejo. Sonrió ante la neblina y pasó la mano por ella para dispersarla, contemplando su imagen. Al principio se mostró impasible pero poco tiempo después, sonrió. Y eso la llevó a canturrear al son de su lista de reproducción.

My baby don't care for shows

My baby don't care for clothes

My baby just cares for me

Movía la cabeza de un lado al otro y con el pie marcaba el ritmo mientras se colocaba las pequeñas perlas de su maravillosa crema antienvejecimiento en los puntos clave de la cara. Puso varias caras. Primero seria, luego con una sonrisa coqueta, después frunciendo el ceño hasta terminar soltando una enérgica carcajada. Hacía tiempo que no se sentía así y no quería perdérselo. Aquel día era para celebrar que volvían los buenos tiempos. Detuvo la música por una llamada, que atendió con total diligencia.

-Ya está todo listo, solo tiene que dar la orden- Fueron las palabras mágicas-.

El momento era perfecto, así que caminó hacia su habitación y se sirvió un coñac, tomando asiento en el sillón que estaba frente a la ventana. Terminó torciendo el gesto hacia la cama y observando su imagen, un hueco vacío que pronto recuperaría su forma con detalle, su olor, el calor de su piel, el peso de su abrazo y el apasionante sonido de su respiración. Ay, l'amour. Tomar esa decisión no había sido nada fácil, pero no tenía otra alternativa. Su divorcio con Mikel se produciría de forma inminente en once días y nueve horas. Y pensar en ello era una tortura. No podía dormir, ni comer, casi ni respirar. Se estaba hundiendo y necesitaba salir a flote como fuera. Por eso había tenido que hacerlo. Iba a sacrificar su consciencia y su amor por la familia. Mikel la ignoraba sistemáticamente y parecía decidido a hundirse a sí mismo con tal de desligarse de ella. Tenía que hacerle recordar quienes eran. María y Mikel, los reyes del mundo.

-Ya sabe lo que tiene que hacer, Cachaza- apagó la música y se echó hacia atrás en su asiento, escuchando el canturreo de los pájaros-. No olvide nuestro trato. Usted deja el futuro de su familia en mis manos y yo le entrego a la persona que mas quiero.

-Tranquila, todo está previsto- Le aseguró-. Trataremos a la princesita como se merece, como usted nos dijo. Solo de la orden y ya.

-Téngalo todo previsto para dentro de un par de horas- María tomó aire-. Centro Comercial Saler.

-Armemos la fiesta, entonces- cortó la llamada-.

Tardó mas tiempo del que pretendía en vestirse. Un vestido de colores claros y pedrería de mariposa hasta las rodillas y unas sandalias con algo de plataforma. Le dio varias vueltas a ese anillo de casada que tanto la inspiraba y salió de la habitación, quedándose paralizada al ver a su hija Elena de un lado para el otro buscando el móvil. Siempre tan despistada, tan por encima de sus revoluciones, tan ansiosa de vivir aventuras. Fue una tarde de compras espectacular entre madre e hija. Hablaron de chicos, de como le iba en la escuela de negocios, de ese viaje que quería hacer en verano con las amigas. Su hija en un albergue andando entre gente corriente, era mediocre, pero ya tendría tiempo para encargarse también de eso. La consintió en todo, por lo que vendría después, porque la maldita culpa siempre despuntaba por encima del deber y de la entrega. Helena se extrañó de que su madre compartiera un helado con ella, normalmente huía de todo lo que tuviera azúcar. No sabía como decirle que no quería pasar el año siguiente en Bélgica, trabajando en el paquete de prácticas que le había conseguido. Ni tampoco, que necesitaba tiempo para pensar y encontrar a la persona que quería ser. Una chica de su edad, que no sintiera que su vida estaba planeada al detalle, que todavía podía vivir un millón de sorpresas.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora