Alba despertó sola en aquella enorme cama. Gruñó al ser consciente que el lado izquierdo estaba vacío y se desperezó poco a poco, oliendo el perfume de Natalia en la almohada. Pese a haber dormido, sentía que le había pasado un camión cisterna por encima, le dolía todo el cuerpo, como tuviera una resaca descomunal. Eran las ocho y cuarto de la mañana, así que decidió salir de la cama sabiendo que para ella ya sería imposible volver a conciliar el sueño.
Bajó las escaleras y sonrió al escuchar el sonido de la cafetera y ver a Natalia de un lado para el otro preparando el desayuno. Se quedó allí agazapada unos segundos, observándola mejor y suspiró abrazándose a si misma. Estaba cortando fruta cuando de repente derrapó justo al lado del tostador y sacó las rebanadas soltando un bufido, puede que le hubieran quedado de un dorado mas intenso de que había previsto.
-Creo que el día que no se te queme las tostadas lo declararán fiesta nacional- Alba caminaba hacia ella-.
-¿Qué haces despierta tan temprano?- Natalia frunció el ceño-.
-Esperaba mi beso de buenos días- carraspeó la rubia tirando de su camiseta-.
-Iba a subirte el desayuno a la cama- confesó Natalia-. Era una sorpresa.
-No ha subido el desayuno- inquirió recorriendo su cuello con la mano buena-, pero he bajado yo- le susurró al oído con voz ronca-.
-Desayunar en la cama está sobrevalorado- Natalia la besó con ganas-. ¿Qué tal la mano?- le preguntó preocupada tomándosela con cuidado-. Espera que tengo en el perchero un pañuelo.
Natalia se separó de ella, en dos zancadas llegó al perchero de la entrada y tomó uno de sus fulares favoritos, volviendo junto a Alba y colocándoselo con un nudo en el cuello de tal modo que tuviera la mano elevada para evitar que se le hinchase y estuviera cómoda. Alba no dejaba de mirarla a los ojos, nadie la había cuidado nunca como Natalia lo hacía, con esa delicadeza, con ese mimo, con esa entrega, preocupándose por ella cada segundo, volver a sentirse de verdad a salvo, en un refugio en el que nada malo podría pasarla, hizo que respirase tranquilla. Allí ni sus peores demonios podrían hacerle daño.
Natalia le untó las tostadas con la mermelada debido a su lesión y mientras Alba se dedicó a alimentar a ambas con fresas, cuestionando que sus tostadas fueran comestibles. Brindaron con el café como solían hacer siempre y desayunaron en un silencio cómodo, tomadas de la mano y sin perder detalle de los gestos de la otra. Natalia estaba preocupada por Alba, mas allá del accidente sufrido, aunque no lo verbalizase e intentara hacer que todo estaba bien, se sentía desolada por lo ocurrido con Marina y no era para menos. Era su hermana y la quería y cuando haces daño a alguien a quien quieres aunque sea por defenderte, es inevitable sentirse miserable.
-Conmigo no tienes que fingir- Natalia carraspeó rompiendo el silencio-.
-No tengo nada que decir- reconoció mordiendo la tostada-.
-Vamos, Albi- Natalia sonrió-. Soy yo- le recordó-, nada de lo que digas me asustará o me dejará clamando al cielo.
-No quiero hablar de Marina- se puso seria-. Por mi como si se va al infierno- chasqueó la lengua con fastidio-.
-Sabes que no piensas así de tu hermana- Natalia sorbió de su café-. Estás dolida con ella y es normal- trató de ser comprensiva-, te atacó para quedar vencedora en la conversación, se te fue de las manos y terminaste arreglándolo de un modo digamos- se llevó la mano al mentón-, poco conciliador. Eso hace que todo este peor que incluso si esa discusión hubiera seguido con ese tono beligerante porque cuando...- no pudo seguir hablando-.
-Alguien nos ataca terminamos sintiendo que somos la parte débil por no haber golpeado antes- Alba asintió-. Ella fue quien empezó todo- gruñó-, apareciendo con ese pordiosero granuja.
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Una droga de diseño
FanfictionLa vida, un sorprendente y continuo sin sentido... Natalia y Alba se conocen prácticamente desde que nacieron, siempre han sido unas fieles compañeras de vida. De risas y llantos, de luces y sombras, de buenos y malos momentos. Entre ellas todo flu...