Un mundo raro

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El interés de una persona no es encontrar el placer o evitar el dolor, sino encontrar el sentido a la vida, aunque por el camino nos dejemos seducir por otras motivaciones. Incluso en los momentos donde más sufrimos, es el sentido el colchón contra el que se desploma el sufrimiento, es la razón para seguir respirando. Ser lo que somos y convertirnos en lo que somos capaces de ser, es la única finalidad de la vida.

El teléfono al que llama no se encuentra disponible en ese momento. Inténtelo mas tarde o deje su mensaje después de la señal...

-Por favor- su aliento desesperado retumbó contra el eco del silencio-, no lo desconectes. No me dejes colgada en la línea, al filo del precipicio- suplicó-. Ya no puedo más- confesó con voz lagrimosa-. Te necesito.

-¡No te necesito me oyes!- Espetó con furia-. Puedo sola perfectamente. Estoy mejor que nunca. Tú ya no eres mi mundo. No eres nada. ¡Já!- se carcajeó-.

-Feliz cumpleaños mi amor- su voz era suave como una pluma-. He intentado contactar contigo por el ordenador, pero no has dado señales. Aun así.....

-Nat soy yo otra vez- bufó-, se ha cortado. Seguiré conectada todo el dia, a la hora que sea. Te he comprado un donut de esos con crocanti y chocolate que tanto te gustan y unas velas...

-¡Joder!- se quejó airadamente-. Se ha vuelto a cortar, perdóname. No me cabían los números, así que te he comprado velitas pequeñas. He hecho una corona en el donut- reconoció con voz aniñada-, como cuando éramos pequeñas.

-Seguiré aquí- suspiró-. Esperando.

-Nat por favor- tragó con dureza-. Solo necesito escuchar tu voz, solo necesito que...Solo descuélgalo, solo un segundo.

Estaba ahí, delante de ella, era real, no una alucinación ni un mal sueño. Tenía a Natalia parada frente a ella, podía sentir el tacto cálido de su piel, como su sonrisa le envolvía sus propias comisuras como esa ola que lo transforma todo, llenando un hueco vacío y seco a punto de desintegrarse. Sonrió sin ni siquiera darse cuenta, mirándola a los ojos, se elevó en las puntas de sus pies pese a llevar tacones y la besó con calma, con suavidad. Su lengua se abrió paso en aquel lugar cálido que sabía a hogar, a noches a la luz de las velas, a un tiempo lejano de felicidad, a un cuento de hadas cuyo polvo había terminado matando la magia. Alba no quería pasar la página, quería releerla, una y otra vez, hasta que se le borrasen las letras entre las manos y tuviera que volver a transcribir los huecos vacíos, contando la historia mas bonita de su vida. Natalia la apretaba contra ella con fuerza, una mano en su cintura y otra en su cuello. Sentía como sus pulsaciones se desbocaban entre sus manos, como sus alientos quemaban y se volvían ceniza entre sus bocas, una ceniza que resurgía por el fuego de una pasión incandescente, irrefrenable, que se jactaba de sobrevivir en un resquicio, naufraga de todo trato, pero buscada en todos los sentidos.

-Tene...tenemos que parar- balbuceó Natalia volviendo a zambullirse en su boca-.

-Shh- Alba tiró de su labio inferior-. No te he dado permiso para hablar- dijo con voz ronca recorriéndola de nuevo-.

Natalia podía sentir como el calor burbujeaba por sus venas, como cada parte de su cuerpo parecía tener vida propia, como cada terminación nerviosa estaba despertando de su letargo, como esos árboles que de repente dan los mejores frutos de su existencia sin que nadie se lo espere. Alba la hizo chocar contra la pared, mordiéndose el labio tras el gruñido de Natalia por aquel golpe seco y esa miradita entre quejumbrosa y perversa, que la estaba haciendo perderse en sus mas oscuros deseos. Estaba tan abstraída en el poso amargo de sus ojos, que se despistó en su acecho y terminó cayendo en su propia trampa. Natalia metió su rodilla entre sus piernas y la giró en un movimiento rápido, haciendola chocar contra el azulejo y cazándole las manos sobre su cabeza para que no pudiera moverse. Natalia sonrió al sentirse en aquella posición poderosa y fue bajando la mano muy lentamente por su escote, rozándole el vientre por encima de la tela mientras Alba movía la cabeza hacia los lados, apretaba los ojos y se mordía el labio tratando de contener aquel deseo electrificado. Atacó su cuello con una parsimonia acelerada, como si no quisiera correr para no perderse nada, pero no pudiera contener su sed de sangre. Alba trataba de frenar los jadeos que se le escapaban sin control, inspeccionando cada cierto tiempo hacia la puerta con temor, pero sin fuerzas para detener aquella locura.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora