Better Together

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La soledad emocional puede ser devastadora. Es un desamparo que nace de la incomprensión, de la sensación de que nadie puede entender lo que sentimos, de sentirnos verdaderamente invisibles, que no importamos porque en realidad, nadie sabe ni comprende lo que ocurre dentro de nosotros o lo que es peor, no quiere asomarse a averiguarlo. Ellas llevaban toda la vida viviendo así, sometiendo su voluntad ante cualquier compañía que les prestase un poco de atención, aunque solo fuera por no tener que volver a mirar más dentro de ellas y escuchar ese eco vacío retumbar en las paredes de su alma. Todos los dibujos que una vez habían llenados las paredes de su casa de felicidad, no encajaban con los muebles de la estancia y habían terminado por desaparecer para no alterar una falsa serenidad social que en realidad no era más que un mero disfraz. Ahora que ambas habían vuelto a casa con el mazo en la mano y se habían decidido por darle ese aire nuevo y más personal a la decoración, el primero golpe contra los tabiques que apuntalaban sus deseos habían hecho retumbar hasta el suelo bajo sus pies y estaban completamente sobrepasadas, tratando de mantener el equilibrio buscando no terminar en la ruina total. No habían querido romper el contacto visual para no hundirse en la adversidad, pero tarde o temprano tenía que afrontar la realidad, aquel suceso era imposible de parar. Natalia suspiró pesadamente y desvió la mirada por la cocina, no posándola en ningun lugar en especial, solo luchando por no encontrar con sus demonios mas temidos, esos que cada vez sentía mas cerca, al acecho, buscando la posición perfecta, para saltar sobre ella y arrancarle lo poco que le quedaba. Ese pavor se clavó en el pecho de Alba, en su maltrecha alma amoratada por las malas decisiones, por el despecho crónico contra el destino, amordazada por una realidad que no hacía mas que echarle tierra encima, buscando sepultarla en la arena movediza que se había tomado la libertad de la ser la pista de baile de los momentos de su vida, esos sobre los que ella misma había saltado con toda su fuerza para acabar cuanto antes con toda aquella tortura.

Ojalá pudiera cargar yo con todo tu dolor.

Alba se quedó petrificada en su sitio al ver como Natalia se marchaba, apretando los dientes y negando con el corazón, incapaz de hacer nada más, paralizada por el miedo a perderla otra vez. No podía respirar, su corazón negaba contra sus costillas, sus pulmones se revolvían robándole el aire y su cuerpo no le respondía, desolado por el efecto de esa decisión. Se apoyó en la encimera mareada y tratando de mantener el poco control que aun le quedaba, arrastrándose a duras penas hacia la salida, queriendo correr antes que poder andar, deseando volar y cazar a Natalia antes de que pudiera despegar, detenerla a como diera lugar, porque verla marchar de nuevo si que era algo que no podría volver a soportar. Se chocó con la puerta de salida, al abrirla hacia fuera en todo su desespero, por lo que terminó tirando del picaporte con rabia y echando a correr en cuanto vio un claro de luz. Respiró aliviada y llevándose la mano al pecho cuando vio que Natalia estaba allí, fumando, con la pierna apoyada sobre la pared, soltando el aire con falsa despreocupación y la mirada perdida en cualquier parte, aunque la desvió en cuanto sintió que alguien acudía a su encuentro, sabiendo perfectamente que aquellos pasos desbocados que habían parado en seco eran de quien causaba ese mismo efecto en su corazón. Alba se acercó lentamente y se colocó a su lado, adoptando la misma postura que ella y robándole el cigarrillo de la mano. Necesitaba un poco aire, aunque fuera con alquitrán, encontrar una nueva perspectiva en el humo a como diera lugar. Permanecieron calladas, sin saber ni que decirse, asustadas por convertirse en esclavas de sus palabras como en un pasado cercano, temiendo que hicieran lo que hicieran ya estaban condenadas, pero aun así maquinando una revolución pacífica contra su sentencia. Alba volvió a tenderle el filtro que le había usurpado y cuando Natalia fue a cogerlo, sus dedos se rozaron y esa electricidad que las sacudía por dentro volvió a conectarlas como dos pilas alcalinas a un mando a distancia, devolviéndoles el control de su propia vida. Ninguna de las dos se movió mientras el cigarro se consumía, abrazando aquel tímido calor que comenzaba a elevarse hacia la ebullición, que burbujeaba tímido en un caldero oscuro a fuego bajo.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora