Los trazos se le escapaban de entre los dedos a toda velocidad impregnando el papel de borrones y claroscuros, descontrolados y ansiosos de libertad, tan torcidos como aquellas manos atadas que seguían golpeando la mesa aún con los grilletes solo para hacerse notar. Estaba cubierta por una manta de cuadros y vestida con unas chanclas verdes y un conjunto de dos piezas de hilo blanco que se componía de un top que le dejaba el ombligo al aire y una falda con corte asimétrico. Tenía el pelo recogido con un pañuelo azul que era muy especial y que se acariciaba continuamente, Natalia se lo había regalado un día cualquiera una de esos paseos habituales en los que se perdían para ver el atardecer. No dejaba de mover la pierna, la cabeza y se morderse la lengua haciendo muecas mientras dibujaba, como si intentase seguir un cierto ritmo, establecer un poco de control en una situación en la que nada estaba bien.
-¡Vecina!- chistó una voz muy conocida-. ¿Tienes azúcar?- se mordió el labio y se apoyó en una de sus piernas-. No está mal el chillout que te has montado- observó el lugar-.
-¡La madre que te parió!- gruñó Alba todavía con el bloc abrazado al pecho-. ¿Es que quieres matarme de un infarto?- refunfuñó-. ¿Qué haces aquí?- se mojó los labios deleitándose con la vista-.
-Pedir azúcar- le guiñó el ojo-. Un señor del principio del camino de caravanas me ha confundido con una prostituta- confesó en voz baja y sonrió al ver el gesto enfadado de Alba-. Le he tenido que decir que soy escort de lujo- le susurró acercándose lentamente- y que no podría pagar mis servicios- le dejó un beso en la mejilla-. Espero que sigas conservando la chequera porque mi compañía no es cuestión de calderilla- enarcó una ceja con gesto irónico-.
-El azúcar te lo dan en la barra con el café- Alba chocó sus labios y le recolocó el pelo tras la oreja-, aunque si te tuviera delante pidiéndome un café a mi tambien se me olvidaría darte el azúcar- trenzó el hilo de saliva de entre sus labios-. No creo que la necesite- sonrió-, me gustan los sabores intensos- dijo con voz ronca-.
-¿Qué tal el barrio?- Natalia acomodó todo en la mesa y se sentó en los escalones de la caravana en un ángulo desde donde pudiera verla bien-. Parece que no hay muchos curiosos y se ve que la zona verde está bien- exploró el terreno con curiosidad-.
-¿Vamos a hablar de urbanismo?- Alba negó con la cabeza cogiendo su vaso de cartón y dándole un trago-. Es un milagro que no lo hayas tirado por el camino- sonrió con suficiencia-. Estás madurando.
-Es lo que tiene tomar café- le guiñó el ojo-. Te he traído esas milhojas rosas que tanto te gustan y unos pastelitos de chocolate a la sal, con compota de mango y frutos secos que me ha dicho la dependienta que era lo mejor del local.
-A mi padre le encantan esas milhojas- Alba suspiró dándole un sorbo a su café-. No está malo- le sonrió-. No deberías estar aquí- miró hacia el frente-.
-Creo que la última vez que desayuné a estas horas tenía quince años y me acababa de levantar tras recuperarme de mi primera resaca en las fiestas de San Juan- sonrió con nostalgia-.
-Exagerada- Alba soltó una carcajada-. Si te mojaste los labios- negó con la cabeza-. Estoy bien- le dio un mordisco al pastelito y la miró con gesto serio-, no tienes que hacer esto.
-Te recuerdo que me emborrachaste para aprovecharte de mi- Natalia movió los ojos-. Vete tú a saber que perversiones le harías a mi pobre yo de quince años indefensa y apestando a destilería desentrenada en el mundo lúdico.
-Quisiste hacerte la mayor para ligar conmigo- Le recordó Alba mordiéndose el labio-. Eras tan adorable cuando refunfuñabas haciéndote la valiente- sonrió-.
-No te vengas arriba que ahí ya mojabas braga- Se la devolvió Natalia-.
Recordar los viejos tiempos les hizo darse cuenta de que sus momentos mas felices los habían pasado juntas. No se habían perdido un solo detalle de sus vidas hasta que Natalia ingresó en el internado y aún en la distancia, siguieron unidas no dejando ni siquiera que el espacio tiempo hiciera mella entre ella. Se miraron a los ojos, viendo a aquellas dos alocadas adolescentes jugarse sus cartas a pecho descubierto, orgullosas de su valentía, tratando de ver mas allá y saber si todavía quedaba algo de aquel valor ciego que luchaba por las causas justas que se había perdido por el revés corrupto de corazones cobardes muertos de miedo cuya causa no era otra que la ley del silencio.
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Una droga de diseño
Fiksi PenggemarLa vida, un sorprendente y continuo sin sentido... Natalia y Alba se conocen prácticamente desde que nacieron, siempre han sido unas fieles compañeras de vida. De risas y llantos, de luces y sombras, de buenos y malos momentos. Entre ellas todo flu...