Trataba de que sus dedos siguieran la lectura de la partitura alterando la vista entre sus manos y el papel, muy concentrada en conseguir una armoniosa melodía, aunque mas bien sonaba con cierto estilo a garito rockabilly a las cinco de la mañana. Bufó y tomó aire para volver a comenzar de nuevo siguiendo la escala con atención hasta la siguiente nota fallida. Dejó caer las manos como si el piano quemara y las echó hacia atrás, apoyando el peso de su cuerpo en ellas, mirando el instrumento como si no hubiera nada más en la sala, al estilo de un duelista experto de western.
-Tocar el piano es como bailar- Se le dibujó una sonrisa al escuchar su voz-, tienes que dejarte llevar.
-El piano nunca ha querido bailar conmigo- gruñó Alba-.
-No hay que decir mentiras, brocolita- se mojó los labios-.
-¿Debería confesar que nunca aprendí porque me pasaba las horas pendiente de ti?- inquirió mordiéndose el labio-.
-Entre unas teclas bicolor y yo, creo que ya sabemos porque capté la atención- Natalia se acercó lentamente-.
-Deberías darme clases- movió las cejas-, por las distracciones ocasionadas. Sería como una indemnización, es lo mínimo que me debes.
-¿Cómo que te lo debo?- Natalia hizo una mueca-. No es mi culpa que no estuvieras atenta a la lección, Brocolita.
-Eres la única culpable de que pasara de esas clases- tiró del cordón de su pijama para acercarla-. ¿Y sabes por que?- se mojó los labios al ver como Natalia se sentaba frente a ella-.
-Soy toda oídos- Natalia le dio un toque en la nariz con el dedo-.
-La música es un lenguaje de amor universal- sonrió ampliamente-. Y estaba ahí, entre nosotras, acompañándonos para que no nos sintiéramos solas, ni perdidas mientras averiguábamos que pasaba con esto- hizo un gesto de unión con los dedos-.
-Estábamos ahí- Natalia la miró a los ojos-, igual que ahora.
-Estamos aquí- Alba la besó en los labios-, ¿Qué más podemos pedir?
Nada, después de todo, lo único que querían era quedarse justo así. Ninguna de las dos contemplaba volver a lo de antes, incluso pensar en ello las hacía sentirse extrañas, como si las personas que hubieran pasado aquel proceso, no fueran ellas, sino otras con las que nada tenían que ver. Les había costado reencontrarse, temerosas de volver a sufrir. Sin embargo, desde el mismo instante en el que volvieron a verse en aquel restaurante, lo supieron. Jamás podrían acabar con lo que tenían, nunca serían capaces de alejarse del todo porque lo que sentían la una por la otra, era demasiado grande como para mirar para otro lado, tarde o temprano terminarían tropezando y si en algo estaban de acuerdo, es que después de todas las zancadillas que la vida les había puesto, aquella era tan hermosa y especial que hacía que olvidasen todas las demás. Porque incluso en los peores tropiezos, uno puede encontrar su lugar.
-Te quiero- Natalia le acarició el rostro-. Cuando estaba en Londres trataba que el piano te trajera de vuelta a como diera lugar, me pasaba las noches tocando. Intentaba...encontrar esa tecla en la que tu y yo nos diéramos una tregua. Siempre recordaba a esa Alba que le declaraba la guerra al piano y luego sellaba la paz cuando yo le daba la mano para decirle que volviera a intentarlo- suspiró-.
-No hablemos de eso- le rogó Alba-. Por favor, estás aquí. Estamos aquí y lo demás, no importa. Lo que pasó...es justo eso, un capítulo cerrado.
-Wagner decía que la música empezaba allí donde terminaban las palabras- Natalia suspiró-. Al piano era al único que podía contarle mis miedos y desconciertos, al igual que mis alegrías y pasiones mas ocultas- sonrió-. Estábamos condenados a entendernos desde el principio. Su melodía encadenaba en un código secreto todos esos sentimientos que no podía decir en voz alta. Fue mi refugio en lo que encontraba el camino de vuelta a casa.
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Una droga de diseño
FanficLa vida, un sorprendente y continuo sin sentido... Natalia y Alba se conocen prácticamente desde que nacieron, siempre han sido unas fieles compañeras de vida. De risas y llantos, de luces y sombras, de buenos y malos momentos. Entre ellas todo flu...