Ama hasta que te duela y luego, respira

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Dicen que lo que nos arrebata el sueño son ciertos acontecimientos que nos revuelven por dentro. Por el día podemos ignorarlos, pero de noche, es más complicado. Es como si el reflejo de la parte oscura del cielo nos obligase a mirar los grises que nos rodean. Natalia pensaba en Noemí mientras miraba a Alba dormir. Había intentado dejar la mente en blanco y rendirse al sueño, pero por más que se había empleado en ello, Morfeo seguía sin tener en cuenta sus méritos. Si algo había aprendido en sus terapias, era que intentar diluir sus pensamientos no era buena idea. Así que en esas estaba, intentando buscarles un significado más profundo. Debía comenzar por el principio y admitir, que lo que hacía por Noemí, estaba motivado por el amor que sentía hacia su padre. Estaba confusa por el hecho de haber invadido esa parcela de privacidad, pero creía firmemente en que el amor podía justificarlo todo. Si quieres a alguien, no tienes más remedio que ser escudero de su felicidad, sin importar las consecuencias. O al menos, era a lo que ella se aferraba.

-Yo tampoco puedo dormir- Alba se desperezó despacio-. Siempre me ha inquietado el hecho de que lo que sentimos puede llevarnos a convertirnos en despreciables- suspiró acurrucándose contra el cuerpo de Natalia-.

-Yo siempre me he sentido un poco así- confesó Natalia con la voz ronca por el silencio-. ¿Cómo podemos llegar a destrozarle la vida a alguien a quien amamos? - negó con la cabeza-. Me da pavor mirarla a la cara, porque en sus ojos hay una pregunta que no sé cómo responder. ¿Qué viene después? - tragó saliva-. No lo sé.

-Avanzar es tedioso y casi torturador- reconoció Alba-, pero es el único camino que podemos tomar. Regodearse en el dolor resulta tan insoportable que terminas renunciando a ti misma.

-Y Noemí no se merece acabar así- Natalia asintió-. El problema es que no sé qué hacer.

-Yo tampoco- confesó Alba-.

-Creo que...voy a ir a verla- carraspeó Natalia-. Se que es extraño y que no debería- salió de la cama y comenzó a vestirse-, pero siento que debo estar...con ella.

-Te acompaño- Alba se cubrió con la bata-.

Caminaron hacia la habitación donde descansaba Noemí y se acomodaron en los dos sillones intentando hacer el menor ruido posible, ya que lo último que pretendían era perturbar su descanso. Noemí estaba medio destapada y en una postura tensa, lo sabía porque venían como apretaba los dientes. Dudaban en si acercarse y acomodarla mejor o quedarse ahí vigilando su descanso, en un debate silencioso al que Natalia decidió poner fin cubriéndola con la sábana. No puedo evitar acariciarle el pómulo golpeado cuya piel estaba teñida de morado y apretar los dientes ante la ira que esa circunstancia le producía.

-No lo entiendo- gruñó Natalia clavando la mirada en Alba, que advirtió el brillo en sus ojos-. ¿Cómo pudo dejarla ir?

-A veces para situarnos, los golpes deben romper algo que no sabíamos que teníamos y que podía doler tanto- Alba tragó saliva-. No creo que Mikel no lo intentara.

-No dejo de pensar en...si hubiera sido diferente si no me hubiera presentado allí por sorpresa- Natalia negó con la cabeza-. Creo que la espanté.

-Fue...agradable- Noemí habló, pero sin abrir los ojos-. ¿Por qué estáis ahí mirándome como dos psicópatas? - inquirió incorporándose un poco y gruñendo por el dolor-.

-¡Joder!- Alba se llevó la mano al pecho-.

-Despacio- Natalia se levantó y le acomodó la almohada en la espalda-. Es mejor que te lo tomes con calma.

-Ya sabes, no todos los días los pijos vemos gente corriente desde tan cerca- Alba se burló intencionadamente y le guiñó el ojo-.

Noemí no pudo evitar sonreír ante la ocurrencia de Alba y negar con la cabeza. Pese a que todo fuera tan extraño, se sentía en confianza. Como si las conociera con mas profundidad y no de haber compartido con ellas una copa desde lados opuestos y un desayuno improvisado. Cuando Natalia le dio su tarjeta para que la llamase por si necesitaba algo, pensó que aquello se debía a la cortesía del momento, no que fuera en serio. Por eso, verlas a las dos aparecer en su casa y ayudarla en esa situación, era algo que todavía no había asimilado. Ni una sola pregunta, ni un reproche, ni siquiera una queja ante su proceder.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora