Thelma & Louise

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Se necesita mucho para ser feliz, aunque llevemos bastante tiempo creyendo justo lo contrario. Decía Dickens que el truco está en no buscar la felicidad, en verla como ese regalo que desenvolvemos de vez en cuando. Menuda mierda de argumento, ¿a quien no le gusta recibir regalos? Asumir este tipo de enfoques idealistas nos aleja de la realidad, nos invita a querer ansiar algo que incluso desconocemos por una sensación que recibimos a medias e incluso desde una perspectiva equivocada, pero ahondamos en el error, porque pensamos que es lo correcto. De todas formas de los errores se aprende, así que nunca es tarde para que desenredemos los entresijos de la felicidad. No importa que la vida nos de motivos para ser felices, si en nuestro interior hay caos, el torbellino de la ansiedad, hará que lo que pase fuera carezca de sentido. Se dice que la alegría que obtenemos del hecho de vivir, depende directamente de como la mente filtre e interprete las experiencias cotidianas. Si la mente no está bien por las razones que sean, no seremos capaces de ver la luz de ese maravilloso amanecer. La felicidad no se esconde en los pequeños actos cotidianos sino en el bienestar de una mente que sabe apreciarlos. No se trata de vivir, sino de sentirse vivo. El sonido de un teléfono la hizo desperezarse y soltar un gruñido ronco, estaba teniendo un sueño precioso. Alba entreabrió los ojos y los cerró por la luz cegadora que la atravesó, tanteando torpemente la mesilla en busca del teléfono que emitía aquel ruido infernal sin moverse, estaba en el paraíso. Cortó la llamada sin ni siquiera mirar de quien se trataba y miró hacia el techo. Tenía la sensación de haber dormido un año entero y las buenas sensaciones enganchan, por eso quería seguir haciéndolo. Nunca se había sentido más a salvo que abrazada en su pecho, con sus manos enredadas en sus caderas y su rostro justo delante, durmiendo plácidamente como una niña indefensa a la que solo quería proteger hasta con su vida, si fuera necesario. Se incorporó un poco y aprovechando la claridad que se colaba por la ventana, inspeccionó su rostro. Tenía el pelo perfectamente revuelto, las mejillas sonrosadas por el calor, los labios entreabiertos y emitía ese suave silbido que a ella se le antojaba la nana más bonita del mundo. Con tan solo mirarla, podía meditar. Se mordió el labio no pudiéndose resistir y se acercó poco a poco, rozándole la nariz con la suya lentamente, disfrutando de su olor y sonriendo al verla arrugar la nariz y sacudir la cabeza con esos gruñiditos aniñados quejumbrosos.

-¿Cómo he podido perderme esto durante tanto tiempo?- Alba negó con la cabeza-. Buenos días mi amor- le rozó la nariz con ternura-.

-Umm- Natalia sonrió disfrutando de sus caricias sin abrir los ojos-. Este sí es el despertar que merezco- la apretó mas aún contra ella y sonrió estirando las comisuras hasta el límite-.

-Apagaste el despertador Lacunza- sonrió recordando su reencuentro y oliéndole el pelo-.

-Acababa de volver- protestó enérgicamente-. Se me complicó la noche en mi fiesta de bienvenida- se mordió el labio con coquetería-.

-Guardo un vago recuerdo de eso que dices- emitió un gruñido ronco estudiadamente provocativo-.

-¿Has dormido bien?- preguntó acariciándole la mejilla-.

-Uno de mis mejores sueños- asintió con una sonrisa sincera-.

-Entonces creo que nada te impedirá decirme que haces aquí- le acarició el hombro y dejó un beso en la zona-. Primero sales corriendo, luego no me respondes al teléfono, me ignoras y despues te cue- No pudo terminar porque Alba le colocó la palma de la mano contra su boca-.

-Shh- Negó con la cabeza-, estaba siendo un despertar precioso- pasó las piernas por encima de su cuerpo, sentándose a horcajadas sobre sus caderas-.

-Alba- Natalia trató de incorporarse pero la rubia hizo fuerza y le atrapó las manos dejándolas aprisionadas con la suya a los lados de su cabeza-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora