Las segundas partes nunca fueron buenas.

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Un nuevo comienzo. ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida comenzamos de nuevo? Una habilidad hasta ahora desconocida, una nueva amistad, cambio de ciudad, de trabajo, incluso giramos tanto la rosca que ya no encaja en el tornillo y la llave con la que la manipulamos no sirve. Los ciclos son inevitables, pero tal y como suele decirse, los círculos nunca se cierran y tarde o temprano todos nos volvemos a encontrar frente a frente, por mucho que tratemos de mirar hacia otro lado, por mucho que nos de miedo alzar la vista y por muy difícil que nos resulte sostener la mirada. Odiaba el whisky con hielo y mucho más si era irlandés, se le antojaba empobrecido, aguado, corrompido por paladares que no sabían apreciar el placer de lo amargo.

Atención, pasajeros del vuelo 911 con destino Valencia- Manises efectuará su aterrizaje en unos minutos.

Casi ni se había dado cuenta que habían llegado. Observaba con detenimiento el trasiego de gente. La rapidez con la que pretendían salir, una madre que no podía triplicarse para darle la mano a sus tres hijos mientras cargaba con los equipajes, el típico que no se quitaba los auriculares en todo el viaje y ese que ya portaba el cigarrillo en la mano, ansioso por una calada al aire. Sacudió la cabeza tratando de que no se le amontonaran las emociones. Aun recordaba cuando...Ya no importaba, no tenía sentido seguir dándole vueltas al mismo bucle de siempre. Tardó en reaccionar, de hecho, no se movió de su asiento hasta que la azafata le acarició el brazo con un suave apretón para que volviera en si. Enseguida retiró el brazo y la fulminó con la mirada, tomando su mochila y la americana y abandonando el avión con su elegancia habitual. Sus manolos repiquetearon su llegada como las campanas de una iglesia dándole la bienvenida a España, el aire cálido y húmedo hizo que la camisa blanca se le pegara aun mas al cuerpo y su pelo, perfectamente cortado a navaja y engominado hacia atrás, terminara perdiendo formalismo. Hacía un calor del mil demonios. Odiaba esperar tras la gente, que todos caminasen con esa parsimonia tan mediterránea, pero debían conformarse. Enseguida pasó los controles de llegada y pudo colocarse en la cinta a esperar su equipaje. ¿Por qué tardaba tanto un simple bulto si se suponía que venían en el mismo aparato? Se movió el septum de la nariz nerviosa y se revolvió el pelo. Le sudaban las manos, le faltaba el aire y el solo hecho de recordar la última vez que miró esos malditos letreros de destino.

-Ambas sabemos que es lo mejor- sentenció con una rotundidad quebrada-. Esto solo nos destruirá.

-Te he comprado una boina- reconoció con una pequeña sonrisa-. Y varios calcetines de lana- le tendió una bolsa-. Dicen que Londres es muy frio e inhóspito- carraspeó-.

-Estaré bien- tomó el paquete-. ¿No se supone que las boinas son francesas?- inquirió-. Allí son mas de gorro victoriano.

-Lo siento pero el look peaky blinders siempre es un si- se mordió el labio-. Creo que no deberíamos mentirnos- negó con la cabeza-. Estamos huyendo- tenía un nudo en el pecho.

-Es un clásico entre nosotras- bromeó para aliviar la tensión-. Anda ven aquí- tiró de su brazo y la apretó contra su pecho con toda su fuerza-. Echales un ojo a mis hermanos- aspiró su olor- ya sabes que sin un árbitro para sus peleas se pierden. Supongo que Elena necesitará alguien con quien- suspiró-.

-Doy muy malos consejos pero moriré en el intento- le prometió-. Intenta hacer al menos cuatro comidas al dia- le rogó sin despegarse un centímetro-. Y no fumar como una chimenea. Y haz deporte, que la gastronomía londinense no es que sea muy rica.

-No te agobies, ¿vale?- le besó la frente-. Se que puedes con todo, tienes un talento increíble- le brillaba la mirada de admiración-. Se que lo dejo todo en las mejores manos. Y mis viejos- carraspeó-. Ya sabes como son- sonrió-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora