Simone de Beauvoir afirmaba que la familia es un nido de perversiones, quizás por eso fue una adelantada a su tiempo y su filosofía todavía sigue por encima de muchos. Natalia siempre había crecido creyendo que la familia era una fortaleza, de hecho, era lo que le habían inculcado. Pasara lo que pasara, nada alteraba su ecosistema, hasta aquella noche. Mientras movía los dedos de la mano en el agua y remataba lo que le quedaba en el vaso de whisky, solo podía pensar en su hermana. En el terror de sus ojos, en ese negro marcado en sus ojeras que parecía haberse apoderado de ella y de esa esencia suya tan pura. Siempre se había dicho a si misma que no era como su madre, pese a su parecido físico. Que por mucho que la vida la golpease, nunca se perdería en el odio, en ese diablo que vive dentro de nosotros alimentado por nuestras propias frustraciones. Luchaba contra él, se estaba dejando la piel por apagarlo, por volverlo a encerrar en el infierno, pero le sentía demasiado cerca.
Alba observaba con deleite apoyada en la puerta a Natalia con los ojos cerrados, tratando de atrapar esa calma tan esquiva, como si pretendiera invocarla. Se acercó a ella despacio, como una leona que tiene a su presa en el punto de mira. Natalia abrió los ojos al sentir que la acompañaba y la persiguió con la mirada. Llevaba un cuenco con unas cuantas fresas en la mano y acababa de llevarse una a la boca, en un gesto tan sensual que debería ser delito en el código penal.
-¿Quieres?- Alba se mojó los labios-.
-No tengo hambre- Natalia soltó un suspiro-.
-Con el tiempo todo toma otra perspectiva- Alba se paseó hasta quedar a su altura y dejó el cuenco sobre una de las estanterías-. Queda tan lejos, que no estamos seguras de si ha pasado o solo lo hemos soñado. De miedos no se muere.
-Pero bastan para enjaularte en el infierno- Natalia le clavó la mirada-.
Alba podía sentir la tensión que recorría el cuerpo de Natalia por todas partes como una epidemia de peste. Entendía la rabia, el dolor y esa ira contenida que la golpeaba sin darle tregua. Ella también había estado allí y la había visto. Una Elena a la que en un par de días la habían arrancado de sí misma y ahora vagaba sin rumbo.
-Sus ojos no miraban hacia ninguna parte- dijo Natalia en voz baja-. Como si toda su vida se hubiera vuelto negra de repente.
-Tarde o temprano la vida te obliga a enseñarle de lo que estás hecha- Alba metió la mano en el agua despacio, acariciando el brazo de Natalia-. Y en Elena solo hay cosas buenas. Es de esos seres que no pierden la luz por más oscuridad que reflejen.
Alba se inclinó para besarla encontrándose despacio con sus labios y deleitándose con su tacto. Aquel roce fue algo parecido a la sensación de beber después de haber corrido un maratón por el desierto, así que Natalia no dudó en intentar acelerarlo, buscando imponer la ley seca a sus pensamientos. Alba se dejó hacer, pero al sentir que iban demasiado rápido, echó la cabeza hacia atrás, poniendo un poco de pausa. Natalia soltó un gruñido e intentó volver a besarla, pero Alba, imitó el gesto anterior mordiéndose el labio.
-No puedes hacerme esto- gruñó la morena-. He sufrido bastante por hoy, ¿no crees? - le mostró una mueca coqueta-.
-Creo que lo mejor es que salgas de aquí ahora que se ha acabado el whisky- levantó la botella del suelo ya vacía-, te des una ducha y yo vaya a prepararte algo para que te despejes. Por favor- la miró a los ojos-.
-Está bien- Natalia levantó la manos-, dame la toalla.
-A mi me resultas mucho más apetecible así mojadita- Alba se mordió el labio-.
-¿Y no quieres secarme?- La provocó Natalia-.
Alba dio un paso hacia atrás para alcanzar la toalla y balanceó el brazo girando el cuerpo para entregársela a Natalia. Su provocación la había distraido, así que no calculó bien la distancia y Natalia la atrapó, liándosela en el brazo. Tiró de ella con firmeza y aprovechando la inercia por su inclinación, la hizo caer sobre ella, empapándola por completo. Alba intentó revolverse y salir de allí en seguida, pero Natalia no compartía sus planes.
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Una droga de diseño
FanfictionLa vida, un sorprendente y continuo sin sentido... Natalia y Alba se conocen prácticamente desde que nacieron, siempre han sido unas fieles compañeras de vida. De risas y llantos, de luces y sombras, de buenos y malos momentos. Entre ellas todo flu...