SENSACIÓN DE VIVIR

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-¡Que manía con irse a fumar al quinto coño!- gritaron tras ellas-. Toda la vida i...

Se separaron mínimamente al escuchar aquella voz, como si aquel sonido formara parte del eco de una sala insonorizada y todo fuera producto de su imaginación, de la adrenalina del momento, esa voz vacilona del deseo que les subía la lívido por las nubes alentándolas a morder la fruta prohibida hasta no dejar ni el hueso. No tuvieron tiempo de reaccionar, sus cuerpos iban a su propio ritmo, dominados por sus deseos mas primarios, así que cuando Santi dobló la esquina y se encontró a su hermana y a Alba muy juntas, quedó muy sorprendido. La rubia tenía los puños apretados en torno a la camisa de su hermana, casi podía ver las venas de sus manos a punto de atravesarle la piel y Natalia tenía una de sus manos en posición de seguridad en torno al abdomen de Alba, como tratando de mantener la distancia, aunque no muy segura de poder ganar esa afrenta, como una principiante karateka. No había que ser muy listo para saber que se estaban retando tras alguna trifulca competitiva de las que solían tener, que acababa con un choque de manos con escupitajo imaginario, dinero de por medio y burlas y comentarios mordaces en una batalla sin cuartel por el premio indefinido de ganar en inteligencia y en todo lo demás, por el simple hecho de saborear la victoria, puro narcisismo llevado a su extremo más esquinado. Alba trataba de atesorar el poco aire que le quedaba en los pulmones, había olvidado que un beso de Natalia Lacunza podía matarte y resucitarte en un instante y eso de volver de entre los muertos no era una tarea sencilla. Natalia simplemente le mantenía la mirada a su hermano con una media sonrisa nerviosa e irritada y los ojos llenos de...nadie podría decirlo porque en aquellos orbes oscuros había todo y nada, magia y brujería, ángeles y demonios.

-Os estamos esperando- Logró decir Santi aun confuso-. ¿Va todo bien?- arrugó el entrecejo preocupado-.

-Tu hermana que va de mafiosa y no llega ni a matona de colegio- se carcajeó Alba poniendo aun mas distancia-.

-Habló el Hobbit- gruñó malhumorada la susodicha-, que no ve mas allá de sus narices- contraatacó mordaz-.

-Las pequeñas cosas le dan sentido a la vida- inquirió Alba-. Piensa en verde, tia grande- se mofó marchándose-.

-¡Gilipollas!- masculló Natalia-. Tenía razón Tyrion Lannister, los enanos no tienen tacto.

-¡Que te den por el culo, macarra! - espetó Alba con furia-.

Alba apretó los puños malhumorada y se marchó dando grandes zancadas, mientras resoplaba y lanzaba improperios en todos los idiomas contra aquella bruja de metro ochenta que la tendría en sus manos por mucho que tratada de invocar al espíritu del sentido común. ¿Quién en su sano juicio podía resistirse a Natalia Lacunza? No conocía a tal loco. Y encima no tenía muy claro que, y cuanto había visto Santi entre ellas, aunque por la sonrisa socarrona que cargaba nada que pudiera delatarlas. De momento podía seguir respirando, aunque lo de tranquila era otro cantar. Con Natalia de nuevo en su vida, no podía estar tranquila más que nada porque por mucha distancia que quisiera poner entre ellas, el universo se empeñaba en juntarlas de nuevo e ir contra el destino era una tarea bastante complicada. Natalia simplemente se limitó a sonreírle a su hermano y dar pataditas sutiles en la hierba como si la cosa no fuera con ella, como cuando era pequeña y algún suceso la alteraba, pero tenía que medir muy bien como planteárselo a los mayores para que no escurrieran el bulto y le dieran una explicación cualquiera o se rieran en su cara por su interés acérrimo por las cosas de mayores. No quería mentirle a su hermano, pero tampoco podía decirle la verdad, así que prefería callar.

-La verdad es que este sitio está como siempre- Natalia titubeó sin saber muy bien como salir de aquel momento incómodo-.

Santi le sonrió timidamente a su hermana y sacó una pequeña bolsita de la riñonera con todo lo necesario para liarse un canuto apoyándose en el filo de la ventana. Natalia negó con una sonrisa ladina, nerviosa por la situación, pero enternecida por el modo tan neutro con el que su hermano se estaba acercando a ella. No esperaba que la abrazase y la perdonara a la primera por haberse largado sin decir nada y no dar señales de vida mas allá de dos sesiones de Skype y cuatro regalos en fechas señaladas.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora