¿Quien se resistiría a morder la manzana?

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Dicen que es un gran obstáculo para la felicidad esperar demasiado. El ser humano no tiene la potestad de elegir la hora de sus triunfos, ni de marcar en el calendario sus caídas. Esas situaciones suceden cuando menos lo esperamos, mas allá de todos los planes, poniendo en duda cualquier variable. Ojalá la vida viniese con una guía de uso, cada instante marcado con unos cuantos ejercicios y nada más, pero si ese fuera el caso, la excitación, esa que tanto nos fascinaba haría que la vida perdiera todo su encanto.

Alba sacudió la cabeza, miró hacia la puerta del local y volvió a clavar la mirada en su reloj, soltando un suspiro. Llevaba esperando a Marina mas de una hora y era obvio que su hermana no iba a aparecer. Le parecía incomprensible el recelo de su hermana, no había hecho nada para que Marina la ignorase de ese modo, mucho menos después de haberle demostrado que estaba de su lado.

-No va a venir- Sorbió lo que quedaba de su mojito-.

-Seguro que le ha surgido algún imprevisto- Le tomó la mano-. Esperemos un poco más, pidamos otra ronda.

-Eso dijiste hace media hora- Alba negó con la cabeza y echó mano a su bolso-. Estoy bien- levantó la vista mientras jugaba con sus dedos-, de verdad.

Natalia sabía que no era cierto, pero no quiso insistir. Alba estaba intentando manejar la situación con la mayor calma que podía atesorar en esos momentos y no pensaba interferir en ese proceso. Le dolía esa cruzada estúpida que Marina tenía contra su hermana y que el veneno de su orgullo estuviera destrozando su relación, porque cuando quisiera darse cuenta ya sería demasiado tarde. Ella sabía bien de lo que hablaba.

-Marina es idiota- gruñó Natalia-.

-No la tomes con ella- Alba negó con la cabeza-, no tiene caso- hizo una mueca-.

-Después de todo lo mínimo que podía hacer era...-no pudo continuar-.

-Que yo le haya tendido la mano no implica que ella tenga que...- Alba decidió no seguir hablando y volvió a negar-. ¿Has acabado?- preguntó cambiando de tema radicalmente-, quiero irme de aquí.

-Alba- Natalia resopló-.

Alba salió con paso rápido del local mientras Natalia dejaba dinero sobre la mesa para abonar la cuenta. La alcanzó apenas en dos zancadas y se limitó a caminar a su mismo ritmo sin decir nada. Alba necesitaba digerir lo que aquello significaba, asimilar que la relación con Marina había vuelto de nuevo a ese punto de no entendimiento o quizás jamás había tomado tal cauce y ella simplemente se había limitado a alimentar una ilusión, como tantas otras veces le había ocurrido.

Alba se detuvo frente a su coche y rebuscó las llaves en el bolso. Al no dar con ellas comenzó a desesperarse y a resoplar. Apoyó el bolso en el capó para tener mejor acceso, pero termino cayéndosele al suelo, ya que la superficie era bastante resbaladiza.

-¡Joder!- espetó golpeando la chapa con rabia-.

-No es mas que un poco de barro- Natalia negó y se agachó para cogerlo-. Una pasada y como nuevo- la miró a los ojos-, aunque si te pones exquisita puedo comprarte otro- sonrió levemente-. Nunca es un mal día para estrenar un bolso nuevo.

-No hagas eso- gruñó Alba-. Me dan nauseas las miradas con condescendencia. Estoy bien- intentaba mostrarse fría, pero con Natalia eso no funcionaba-, no tiene importancia. Vámonos- intentó coger el bolso, pero Natalia echó la mano hacia atrás-. Muy bien- negó con la cabeza-, como quieras.

Alba estaba dispuesta a irse caminando si era necesario. Le daba igual tener que hacer dedo o valerse de cualquier táctica poco ortodoxa para poder salir de allí, lo único que quería era poner distancia. Sin embargo, Natalia no pensaba dejar que Alba se hiciera aquello. No permitiría que ese desengaño la desdibujase de nuevo ni mucho menos que se tragara ese dolor e hiciera como si nada.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora