Lo mejor de mi vida

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Decía Osho que el secreto de la felicidad siempre estaba delante de nuestras narices. Según su teoría, no hay que dejar que el pasado se interponga, ni que el futuro nos moleste, porque el pasado ya no existe y el futuro aun no ha llegado. Vivir tanto en la memoria como en la imaginación, es vivir una vida que no existe. Sin embargo, es inevitable darle vueltas a lo que fue e imaginar lo que nunca pasará, hagamos lo que hagamos, los anhelos siempre nos perseguirán.

Alba era consciente de que se había pasado toda su vida queriendo retroceder en el tiempo para alargar todos los momentos que había pasado con Natalia cuando la echaba de menos, del mismo modo que le había pedido a ese mismo reloj que un día las separó, que fuera mas deprisa para que no tardaran tanto en encontrarse de nuevo. Los momentos en los que no pensaba en el tiempo, eran los más felices y esos siempre habían sido por el mismo motivo, el alma que aportaba Natalia en su vida.

Estaba en la cama, con Natalia dormida sobre su pecho observando como el sol se habría camino entre las nubes con una sonrisa, escuchando el sonido de su respiración y esos ruiditos que solía hacer al dormir como si fuera la mejor sicofonía del mundo, como una de esas canciones que hacen que la vida te parezca mucho más emotiva. Se habían dormido tomadas de la mano igual que cuando eran pequeñas y tenían miedo, se hacían las valientes frente a la otra y se prometían protegerse si aparecía algún monstruo nocturno. Godzilla no había hecho acto de presencia nunca para atemorizarlas, pero la vida las había puesto mas de una vez entre la espada y la pared y ahí seguían, de la mano, que era la única manera que conocían de ver el lado bueno de la vida.

-Tienes que irte- gruñó Natalia-. El despertador ha sonado dos veces.

-Me da igual- Alba le besó la frente-, me voy a quedar aquí contigo.

-Teníamos la reunión con...-Natalia no pudo terminar porque Alba le tapó la boca para que no siguiera hablando-.

-Nada de trabajo- Alba negó con la cabeza-.

-A mi o me callas con besos o no hay trato- le dio un lengüetazo en la palma de la mano-.

-¡Nat!- protestó Alba refregándole la mano por la cara-.

-Serás cabrona- gruñó Natalia revolviéndose-. ¡Para, joder!- espetó-. Que duele.

-¿Estás bien?- Alba se incorporó muy preocupada-. A ver déjame ver.

-Si quieres mirar tienes que pagar- tiró de ella para acercarla-. Eres mi prisionera- pasó las manos por su cintura-.

-Nat, ten cuidado- suspiró Alba-.

-Las palabras no son un método de pago en el que acepte la fianza, brocolita- Natalia se mojó los labios-.

-Te vas a hacer daño- gruñó Alba-.

-Tus besos son el mejor remedio para cualquier siniestro- Natalia se acercó a su boca-. Creo que estás tardando en eso de los milagros.

-Por lo que veo- Alba se mojó los labios-, te has despertado con ganas de dar guerra.

-Estoy dispuesta a que firmemos la paz- le susurró al oído dejando un beso húmedo-, si me convence el pacto que me ofreces.

Alba jadeó al sentir como Natalia le lamía la oreja, dejando un rastro húmedo de sus pasos, una huella intacta de que pasara lo que pasara, tenía previsto seguir por allí. La rubia cerró los ojos y se dejó hacer, sintiendo con cada poro de su ser, todas las emociones que Natalia le provocaba. Calor, taquicardia, hambre, un montón de emociones que la hacían sentirse viva, como cuando era niña, como cuando soñaba con que podría comerse el mundo de una sentada. Natalia la besó en los labios muy despacio, danzando con su lengua como si fuera la primera vez, con esa curiosidad nerviosa que una experimenta cuando el sabor de otra boca resulta ser lo mejor que has probado.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora